En 26 de junio de 1945, después del término de la segunda conflagración mundial, se instituyó la Organización de Naciones Unidas, que nacía como respuesta fundamental, que satisficiera la necesidad sentida de los pueblos, por un orbe en paz, que desterrara no solo colisiones armadas, también la severa problemática social, el colonialismo, la inequidad y el dominio de las ideas imperiales, aquellas vencidas, antiguas y caducas, y las otras vencedoras, nacientes y poderosas.
El acta fundacional de la institución universal de las Naciones Unidas es un importante documento histórico, cuya génesis partió de la declaración de la conferencia de Yalta, firmada por Roosevelt, Churchill y Stalin, en febrero de 1945, y ratificada en la Conferencia de San Francisco en abril del mismo año, por los llamados cuatro grandes y China, que junto a otros países, sumaron cincuenta y uno, entre ellos, todos los latinoamericanos. El primer ciclo de reuniones de la Asamblea General se realizó en Londres, en enero de 1946. En 1948 se aprueba la Declaración Universal de los Derechos Humanos, acción sustancial de apertura para la esperanza de un planeta sin guerras.
No obstante, buena parte del accionar del organismo ha tenido resultados en los que no han coincidido los participantes de la organización mundial, en especial de las resoluciones del denominado Consejo de Seguridad, integrado por sus miembros permanentes, las potencias occidentales: Estados Unidos, Inglaterra, Francia; y las del Este, China y Rusia, y donde todos sus integrantes tienen el derecho a veto. Procedimiento que ha implicado en el pasado que la bandera de la ONU fuera desplegada para la intervención en una guerra civil de proporciones en la década de los cincuenta, en Corea, al lado de uno de los bandos de una contienda fratricida que culminó en un armisticio, jamás en un acuerdo de paz. Algo parecido sucedió en el Congo por la intromisión belga para evitar la independencia de la nación africana y que provocaron la muerte del héroe nacional Patricio Lumumba, donde ejércitos con el pendón de las NN.UU. fueron testigos del horror.
Años después, las Naciones Unidas participaron activamente en los procesos de descolonización de Asia, África, América Latina y el Caribe, una actuación adecuada en la crisis de los misiles en Cuba el año 62 detuvo el riesgo de un conflicto nuclear entre EE.UU. y la Unión Soviética; empero, no pudo impedir -ni antes ni ahora- las agresiones en Vietnam, Irak, Afganistán, Libia, Siria, Santo Domingo, Panamá, Granada, el golpe de Estado en Chile, el bloqueo a Cuba, los trances en Yugoslavia y los choques provocados por la OTAN contra el Tercer Mundo en los dos hemisferios.
En la actualidad cumple 7 décadas de fundada con 193 Estados que la integran, prácticamente la totalidad de los territorios del globo, y además los que son temporalmente observadores: el Vaticano, el Sahara Occidental y Palestina que, en el futuro -estoy cierto-, lo serán también. En todo caso hay una necesidad sentida de la mayoría de quienes la constituyen, para que realice y juegue un rol más importante y efectivo en los asuntos mundiales, del mismo modo, la recurrencia de la ampliación del Consejo de Seguridad con sillones para Brasil e India es importante. Un tema básico es la elección del secretario general, que representa al mayor foro mundial y las caducas formas de su designación. Alto cargo que jamás ha recaído en un elemento de América Latina. (O)
