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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Onanismo ideológico

31 de diciembre de 2015 - 00:00

Marx, en su segunda tesis sobre Feuerbach sostiene que "es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento, aislado de la práctica, es un problema puramente escolástico".

Pero hay izquierdas encerradas en una teoría, que viven en la autocomplacencia de sus ideas. Encapsuladas en una visión particular del mundo, han renunciado voluntariamente a todo ejercicio crítico de la realidad cierta, de la realidad concreta, para dedicarse a la inútil tarea de andar midiendo las aristas del mundo con su singular vara de perfección, con el fin de juzgar si la realidad calza con su teoría.

Lo peor es que no son fuerzas realmente revolucionarias, que propongan una superación concreta de la realidad existente. Superadas por otras fuerzas, esas sí renovadoras y transformadoras de la vida social, se han quedado en la orilla de la amargura y todo lo que atinan es a criticarlo todo, con una acidez y una amargura que son producto de su propio fracaso.

Son izquierdas sin destino, que se han quedado al margen de la historia real y tienen conciencia de su futilidad. Por lo mismo, unos grupos se han encerrado en el resentimiento y el odio, mientras otros se han lanzado por el atajo de la desvergüenza y se han puesto al servicio de la derecha.

En los años setenta conocí a algunos militantes de un grupo radical, que los no iniciados suponíamos estaba preparando la lucha armada. Eran duros e intransigentes y veían a las demás gentes de izquierda por encima del hombro. Mas algunos de ellos terminaron convirtiéndose en servidores e ideólogos de la derecha y hasta en dirigentes de gremios empresariales.

Todo ello muestra que en algunas personas la ideología es una bandera para navegar hacia mejores playas, sean del lado izquierdo o del lado derecho. Y cuando estorba la vieja bandera clasista, pues la cambian por otra más adecuada a los nuevos tiempos: unos, por la amarilla socialcristiana, y otros, por el iris etnicista.

Claro está que también hay los firmes y fieles a su ideología, pero que no siempre suelen diferenciar entre el campo teórico de la ideología y el campo concreto de la política. Y es que en el uno caben las recetas prefabricadas y en el otro solo las respuestas concretas a una realidad cierta. Por eso no basta con tener firmeza ideológica; también hay que tener agudeza política, sensibilidad humana y realismo, mucho realismo.

Y ese es el reto fundamental para nuestra izquierda contemporánea, si quiere convertirse en una opción de poder: salir del encapsulamiento teórico, dejar de aferrarse a las recetas ya fracasadas, aterrizar en el tiempo y el espacio reales y finalmente elaborar fórmulas útiles a las mayorías nacionales. Lo contrario equivaldrá a seguir en su interminable onanismo ideológico. (O)

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