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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Obama y el doble discurso

19 de marzo de 2016

El 20 y 21 de marzo visitará La Habana el presidente norteamericano junto a su familia. Después de 88 años, un presidente ‘gringo’ arribará ‘sin el apoyo de las cañoneras’ según las palabras presidenciales, referidas al hecho de que el visitante anterior tuvo tal acompañamiento.

Una lectura superficial de los hechos sucedidos desde diciembre de 2015 podría conducir a la conclusión de que Estados Unidos abandonó su política hostil hacia la isla, al comprobar que los métodos empleados durante los 57 años transcurridos desde el triunfo de la Revolución -preparación y apoyo a una invasión armada, bloqueo, política migratoria en beneficio de la emigración ilegal- fracasaron, y que ahora se tendrán relaciones de respeto y amistad.

La gran potencia ha debido aceptar su derrota en la vía de hostilidades permanentes. Sin embargo, al mismo tiempo que se hacen concesiones que son las normales en las relaciones entre países: autorización de vuelos y libertad para que sus ciudadanos puedan llegar a Cuba y del  uso del dólar en las transacciones comerciales y bancarias, se continúa aplicando multas de cientos de miles a empresas que, sin ser norteamericanas, participan en negocios con empresas isleñas. Se mantiene el apoyo a quienes salen de Cuba y llegan a las costas americanas, lo que no sucede con quienes tienen otras nacionalidades y, en forma abierta, se apoya a los contradictores internos, faltando al principio internacional de no intervención en los asuntos internos de los países.

La actuación de Obama frente a Venezuela es la mejor prueba de su falta de sinceridad y seriedad en las relaciones con la región. Persistir en su declaración que señala a la patria de Bolívar como una amenaza para EE.UU. es un gran estímulo para los grupos reaccionarios, con los cuales comparte en forma pública su deseo de que el gobierno legítimo de Maduro sea defenestrado. El apoyo estadounidense a los sectores de oposición en Bolivia ha ocasionado incluso la salida de sus diplomáticos, acusados -con razón- de servir en forma obsecuente a la derecha política y económica del país que Evo preside.

Luego de la visita a La Habana, la pareja presidencial arribará a Buenos Aires, en demostración de su beneplácito por el triunfo de un  neoliberal, que volverá a alinear a la Argentina junto a la política y las entidades de control comandados por Washington. Históricamente -el Chile de Allende es una prueba clara- el apoyo norteamericano ha estado presente en todos los remezones antidemocráticos que se han dado o intentado en la región.

Cuba está muy clara respecto de la motivación y métodos que empleará Obama y quien lo suceda, para tratar de destruir, desde adentro, el proceso que en forma heroica ha resistido los anteriores intentos. Qué lástima que no tengan acceso al poder políticos como Sanders, que podría ser un segundo Franklin Roosevelt, por sus avanzadas concepciones sobre el papel que debe jugar su nación.

En su autobiografía, Obama no hace ninguna referencia a América Latina; hoy sabe que ya no es, ni quiere ser, su ‘patio trasero’. (O)

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