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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Obama: deroga el decreto ya

09 de abril de 2015

Consigna de dignidad humana: ‘Obama: deroga el decreto ya’, que da la vuelta al mundo y llegará a la meta de diez millones de firmas mediante las cuales los pueblos demandarán al presidente norteamericano la derogatoria del decreto anunciado dos meses atrás, disponiendo la emergencia nacional en vista de que “Venezuela se ha constituido en una amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad de Estados Unidos”.

Equivocado de siglo y de planeta, Barack Obama supone que alguien puede tragarse las ruedas de molino lanzadas por su febril imaginación desde la Casa Blanca. ¿Venezuela, ese pequeño David latinoamericano, una grave amenaza para el Goliat atómico de dimensiones astronómicas? Ja ja ja. ¿Dónde están en Venezuela las bombas nucleares y los misiles para transportar ojivas atómicas a cualquier punto de la Tierra? ¿Dónde las fábricas de radares, portaaviones y drones manipulados a distancia por pilotos aburridos que beben whisky y mascan chicle mientras ordenan a esos aparatos ‘inteligentes’ destruir hospitales, escuelas, sistemas de agua potable en lejanos países, como Irak o Afganistán? ¿Dónde en Venezuela el inmenso poder alcanzado por los centros de espionaje y terrorismo, como la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos? Con su infame decreto, lo que hace Obama es repetir las falacias lanzadas para justificar la permanente política guerrerista de Washington, y que constituye un hábito criminal de vieja data. Basta recordar algunos episodios. En 1898, en la Bahía de La Habana estalló el crucero norteamericano Maine, matando a cerca de doscientos marinos que lo ocupaban. Acusando a España por el atentado, Washington declaró la guerra al decadente imperio hispánico, cuando fueron sus propias manos asesinas las que destruyeron la nave sacrificando a su propia gente. Esta enorme falsedad le permitió apoderarse de varias colonias españolas, como Filipinas, Puerto Rico, Hawái, así como ocupar Cuba y quedarse con Guantánamo.

En 1950 el Pentágono inició la guerra de Corea aduciendo el ‘peligro chino’. Durante la guerra de Vietnam fraguó un atentado contra sus propias naves en el Golfo de Tonkín para  justificar la extensión del conflicto contra el Gobierno de Vietnam del Norte. En los últimos años, la humanidad ha presenciado nuevas falacias, como la acusación de que Irak poseía armas de destrucción masiva, que nunca las tuvo, como se probó luego, cuando ya el país estaba invadido y destruido por la OTAN. Más todavía: en los últimos años han surgido varias versiones norteamericanas, en fuentes periodísticas y militares, según las cuales el famoso ataque japonés a Pearl Harbor, en diciembre de 1941, fue conocido mediante el contraespionaje cuando estaba  recién planificándose, pero el Pentágono y el gobierno de Washington dejaron que se produjera el brutal ataque, a fin de justificar el ingreso norteamericano en la guerra, calculando muy bien que de ella saldría grandemente fortalecido el nuevo imperio, como en efecto ocurrió.

Con estos antecedentes, bien cabe suponer que al gobierno de Obama, instrumento del complejo militar-industrial-financierodominante, no le hagan cosquillas ni diez millones ni veinte millones de firmas. Es más seguro que continuará en sus planes intervencionistas contra la patria de Simón Bolívar. Pero el valor de esas firmas es trascendental en la medida en que contribuyen a desenmascarar los nefastos propósitos del imperio y a fortalecer los lazos fraternos entre los pueblos latinoamericanos. Repitamos, pues, a pulmón lleno: ‘Obama: deroga el decreto ya’. (O)

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