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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Nostalgia de Pinochet

08 de septiembre de 2016 - 00:00

Hace ya buen tiempo el asesino emblemático del fascismo, el  general Augusto Pinochet, se halla en los quintos infiernos luego de torturar y matar a millares de chilenos y chilenas, tras el golpe de Estado que llevó a la muerte al presidente Salvador Allende y a la tradicional democracia del hermano país. Como todo el mundo sabe, el golpe del 11 de septiembre de 1973 fue preparado por generales amamantados por el Comando Sur de Estados Unidos, bajo la sabia dirección de Henry Kissinger y mediante las macabras maquinaciones de la CIA.

El objetivo del golpe fue múltiple: frustrar el histórico intento de avanzar al socialismo por vía electoral, aterrorizar a los movimientos revolucionarios del continente, liquidar a los militares patriotas, como René Schneider y Carlos Prats, e implantar un perfecto modelo neoliberal, con la minería nacional, las empresas estatales, la educación y la salud públicas, y la seguridad social convertidas en suculentas tronchas para el capital yanqui y los insaciables apetitos de la gran burguesía. Ese modelo, envuelto en llanto y sangre, cobra sus facturas incluso el día de hoy, bajo las bondades del gobierno de Michelle Bachelet.

Pinochet tuvo muchos seguidores en nuestro medio, como aquellos socialcristianos que decían “aquí hace falta un Pinochet” (Febres-Cordero no les era suficiente), y aquellos militares golpistas que tuvieron como abanderado al general Raúl González Alvear, el famoso ‘Héroe de la Funeraria’, que el 1 de septiembre de 1975 tomó por las armas el Palacio Nacional y lo abandonó cobardemente, dejando una veintena de soldados muertos en su propia tropa, para correr a refugiarse en la embajada chilena, bajo el ala protectora de Pinochet.

Pasados los años, el fantasma de Pinochet sale de ultratumba llamado por actores iguales que los de entonces. Un puñado de generales y otros oficiales que cree que el Ecuador de ahora es el mismo de las décadas pasadas, donde reinaban Chevron-Texaco, los Isaías, las momias y los momios de la partidocracia, alumbrados por el faro de Osvaldo Hurtado, que solo se oscurece al recordar al presidente Roldós asesinado. Un ingrediente nacional que alimenta a los pinochetistas locales es la paranoia que les produce la figura del presidente Rafael Correa, a quien no pudieron eliminar el 30-S y que resulta peligroso mantenerlo cuando el tsunami neoliberal ha comenzado a barrer a los gobiernos progresistas y de izquierda, conforme el plan yanqui de recuperar el ‘traspatio’ que se les escapaba poco a poco, gracias a los ‘infernales’ líderes encabezados por Hugo Chávez, que le quitan el sueño al imperio de las mil invasiones y las mil guerras que desata en todos los continentes.

A esto se agrega la seguridad que tienen los sectores de la restauración neoliberal-conservadora de que no podrán ganar las elecciones de 2017, pues a la cabeza del nuevo proceso viene Lenín Moreno, con gran apoyo popular, especialmente de las masas que confían en que la Revolución Ciudadana debe ser sostenida, ampliada y profundizada, con la plena participación de todos los excluidos, que aún suman mayorías en nuestro país.

De allí los ríos de inmundicia que corren por las redes sociales, el descaro en la desinformación que practican los medios privados, los golpes a las puertas de los cuarteles por parte de ciertos oficiales pasivos o activos, que sueñan con Pinochet y quieren entregarles a los yanquis nuevamente estratégicas bases militares para su dominio mundial, como fue la de Manta. (O)

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