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El Telégrafo
César Hermida

Natura y cultura

04 de junio de 2016

Muchos aportes y debates se han dado en el campo de la salud para diferenciar los dominios de lo biológico y lo social, olvidando el campo intermedio de la cultura. Las ciencias biológicas incluyen con naturalidad dentro de ellas a la medicina, aunque las explicaciones de la determinación social de las patologías la ubican como ciencia social. La medicina, al preocuparse de las enfermedades biológicas, pertenece a este campo, pero los procesos de su determinación la ubican en el dominio social. La cultura es un dominio intermedio. Así, el concepto de salud (que no es solo la ausencia de enfermedad) tiene que ver con las concepciones del Buen Vivir o Sumak Kawsay, es decir se refiere a un bienestar en los tres dominios, el de lo físico-biológico del cuerpo humano, el de lo subjetivo colectivo de la cultura y el de lo social con la estructura y superestructura del Estado.

Esta propuesta de tres dominios trae nuevos planteamientos de carácter epistémico (los modelos de pensamiento), diferentes de la concepción tradicional de las clases dominantes que han controlado los Estados europeos u occidentales, que, convencidos que su cultura era la única, juzgaban que no había razón de pensar en otras culturas. Un ejemplo de la diferencia de concepciones lo plantea Eduardo Viveiros (La mirada del jaguar, Ed. Tinta Limón, Río de Janeiro, 2008, Ps. 17 a 27) cuando pregunta: ¿Los animales eran humanos y dejaron de serlo, o los humanos éramos animales y dejamos de serlo? Fernando Savater (Las preguntas de la vida, Ariel, Barcelona, 2010, P. 20), también pregunta: “¿Qué es el hombre sino el animal que pregunta y que seguirá preguntando más allá de cualquier respuesta imaginable?”.  Que se consideraba a los animales como humanos lo muestran los mitos de la loba romana que amamantó a Rómulo y Remo, o las guacamayas que traían alimentos a los primeros padres de la cultura cañari. Todos tenían alma humana, animales, plantas, montañas. Algunos animales o personas un poco más o un poco menos humanos. Después se diría, con las concepciones occidentales del alma religiosa, que esta era una concepción ‘animista’. Con la emergencia de la cultura europea u occidental, los animales dejaron de ser humanos, y los humanos dejaron de ser animales.

Cuando Viveiros plantea: “¿Seamos objetivos? ¡Seamos subjetivos! diría el chamán, o no vamos a entender nada”, muestra la dualidad (conceptos diferentes, pero complementarios) entre la ‘natura’ ‘objetiva’ de la cultura occidental, y la ‘cultura’ nueva, emergente. (O)

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