Ecuador, 05 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Nancy Bravo de Ramsey

20 de noviembre de 2015 - 00:00

Las coincidencias de vida muchas veces marcan el devenir de los seres humanos. Conocí a Nancy Bravo en Quito, cuando ambos estudiábamos en la capital -aunque los dos teníamos ancestro manabita-; por razones baladíes, solo nos tratamos en esos años de fines de los cincuenta. Ella asistía a un colegio de monjas, el María Eufrasia, yo a la academia militar Pichincha, sensiblemente desaparecida. Constituimos, junto a cientos de alumnos, el núcleo de ‘costeños’, oriundos de  las provincias del litoral ecuatoriano, casi todos viviendo en internados de colegios privados religiosos, excepto el de la Academia, que era laico.

El clima social de una ciudad recoleta, bella por los cuatro costados y gravitante para posibilitar acciones culturales y artísticas incentivaba la creatividad. Así los encuentros de coterráneos se generaban en esos tiempos a la luz de recordaciones, eventos de nuestras provincias, tan cercanas a la unidad nacional y tan lejanas de la obra pública. Allí por primera vez la escuché leer un artículo de su autoría publicado en un diario de Portoviejo que nos hizo recordar con añoranza nuestra tierra, sus múltiples carencias y lo que debíamos hacer por ella.

La dictadura militar de 1963 me obligó a ausentarme del terruño, por una década. A mi regreso a la patria, pude tener el gusto de encontrarla y hablar con ella. La amiga entrañable era periodista destacada, redactora de revistas importantes, cofundadora de otros medios de difusión, destinada a relievar el papel de la mujer en la sociedad. La actividad académica para incentivar la lectura a las féminas era una motivación existencial, insistente en la necesidad de que las damas unan su natural inteligencia al conocimiento y que este las enriquezca para poder enfrentar con éxito los desafíos del mundo actual. El mismo que demanda la participación de ellas por necesaria y eficaz. Ese tema fue su ideal de creación, al que dedicó sus esfuerzos sentidos, junto al amor a su familia.

Columnista de los principales medios de difusión de Ecuador, su posición ideológica siempre la tuvo muy presente en sus escritos. De igual manera dirigió organismos de construcción de estilo. Activista por los derechos de la mujer desde muy joven, integró filas por su reconocimiento con otras compañeras; fundó el comité para la celebración del Año Internacional de la Mujer.

Entre 1990-1994 fue representante de Ecuador ante Cedaw, organismo de la ONU destinado a la ‘eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer. Desde 1988 a 1994 se ocupó de otras de sus inquietudes y sueños, el propalar la cultura, fuera de los cenáculos excluyentes. En su calidad de subgerente de Difusión Cultural del Banco Central del Ecuador sostuvo relevante accionar para el quehacer cultural de Guayaquil, actividad nunca superada.

En su ejercicio profesional como abogada asumió causas donde estaban presentes y de manera permanente sus convicciones. En el gobierno de la Revolución Ciudadana fue viceministra de Trabajo, desempeñándose con su peculiar eficacia y limpieza de procedimientos. Hace unos años tuve el honor de compartir con ella las funciones de miembro del directorio de la fenecida empresa Editogran, donde mostró su saber y temple en la difusión social y su altura de miras, que junto a otras ejecutorias lograron que el diario EL TELÉGRAFO se convierta en uno de los medios de comunicación más notables de América.

Hace dos meses la visitamos con mi esposa y mi madre. Estaba feliz, unas horas antes había estado el presidente Correa obsequiándole una talla en madera bellísima. Sus ojos tenían la luz de la fe y el optimismo en la vida. Luego vino el silencio. Hoy la hemos acompañado en su tributo a la tierra. (O)

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media