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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Muerte en la Metrovía

24 de junio de 2016

El fallecimiento de Lady Freire Sornoza, la estudiante de 18 años atropellada por un bus de la Metrovía, ha puesto en evidencia las graves falencias de un servicio que debió haber sido una de las soluciones para la grave problemática de la movilidad de la población. El trazado de vías segregadas en una ciudad donde su eje político comercial fue planificado para una urbe de  los años 30 -cuando el gobierno de Isidro Ayora realizó la obra de saneamiento y de canalización- fue desde siempre un  error, al carecer la actual metrópoli, en su casco urbano, de avenidas donde los enormes vehículos de locomoción se desplacen y, por ello, los choferes deben realizan hazañas para manejar y ubicarse en las estaciones del centro ciudadano.

Y es que seguramente había y hay otras alternativas para el desarrollo del transporte masivo citadino, por ejemplo, la estructuración de un consorcio de transportación en el que participen -con buses modernos de menores dimensiones, con tracción eléctrica- emprendedores que realicen el recorrido en el centro de la urbe, unidos a la estructura de la actual empresa, que realizaría su actividad de movilización, fuera del perímetro urbano, utilizando ellos las amplias arterias viales: 25 de Julio, Carlos Julio Arosemena, la vía a Daule, etc. Que a su vez, al dar el servicio a grandes núcleos de pasajeros de los Guasmos y Bastión, reduciría los tiempos de los recorridos y la fatiga de los conductores. Todo ello con evidentes beneficios para la  ciudadanía que, en primer lugar, evitarían la terrible polución  por residuos emitidos por los actuales megabuses y que sufren los que viven en el límite de los corredores estrechos, como los de la calle Sucre y la av. Cuba, y que ya ha cobrado víctimas, no solo el sensible óbito de Lady, también aquellos aquejados de varios males complejos. En segundo lugar, modificaría el problema del tránsito en el centro de Guayaquil que es caótico. Y, además, permitiría dar urgencia al cuidado de la salud física y psicológica de los conductores, que es indispensable. Así  esa “ingeniosa forma para movilizar masas”, como decían hace meses los adláteres del sistema, podrá mejorarse.

Debe insistirse que se mantendría el actual diseño de las estaciones, las distancias entre ellas y el pasaje único, lo que cambiaría serían el modo de aligerar las pausas temporales entre las salidas y llegadas de las unidades, tanto las que cubrirían el núcleo urbano y las que lo harán en la periferia. Los sitios para el cambio de vehículos, tal como sucede con los actuales alimentadores -esos de llegadas lentas y tardías-, bien podrían ser las paradas: Universidad de Guayaquil, Caja del Seguro y Parque Centenario, las tres situadas en puntos equidistantes de la ciudad, que están habilitadas por su mayor capacidad y ubicación urbana para recibir los flujos de usuarios, que embarcarían en los articulados, hacia el norte y el sur de Guayaquil. En ese contexto, tal vez, no sea recurrente instar a una verdadera cultura para la supervisión y el control de la operación del transporte, no solo en su aspecto funcional, técnico y estético, también en la enseñanza hacia los usuarios, que eviten peligrosas aglomeraciones, con sus secuelas de robos y manoseos a las mujeres y los accidentes lamentables, como la caída de la señorita Freire Sornoza y su posterior deceso. Y es que la muerte no se detiene ante ningún concepto límite. La vida es preciosa, y cuando muere alguien en la edad de Lady, la pena se convierte en rabia e impotencia por la inutilidad y futilidad de la acción. Y es un dolor colectivo y compartido que nos atribula a todos. Este hecho desolador, que pudo ser evitado, no puede repetirse nunca. Nunca.

Paz en la tumba de la estudiante universitaria Lady Freire Sornoza. (O)

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