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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Miguel de Cervantes, ¿un desconocido?

29 de abril de 2016 - 00:00

El sábado pasado 23 de abril de este año, 2016, se cumplieron cuatrocientos años de la muerte del más reputado y fundamental escritor de la lengua castellana, Miguel de Cervantes y Saavedra, polifacético autor, cuya fama universal se debe a la novela Don Quijote de la Mancha, escrita en 1605, que es el libro de mayores ediciones publicado en la historia de la Literatura, solo superado por la Biblia. De seguro es la primera novela realista que se conocieren en esos tiempos. Como alumno de educación media me fue válido leerlo y disfruté de su lectura, compartiendo con mi padre forma y fondo y la orientación social política, inmersos en la obra que, estoy cierto, supuso idéntico goce a muchos de sus lectores. Aunque siendo Cervantes creador de otros textos con los que pudo alcanzar celebridad mundial, muchos de ellos son solo conocidos por expertos de rango.

Y es que cultivó prácticamente todos los géneros literarios, pero es en la novela donde su talento prolífico se dio con más fortaleza imprimiendo su  impronta de genio. Escribió La Galatea en 1585. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en 1605. El Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha (segunda parte del Quijote) en 1615. Novelas ejemplares, serie de  obras de relato como: Los trabajos de Persiles y Sigismunda;  La Gitanilla; El Amante Liberal; La Española Inglesa; Fuerza de la Sangre; Rinconete y Cortadillo; El Celoso   Extremeño; La Ilustre Fregona; El Coloquio de los Perros; El Casamiento Engañoso; El Licenciado Vidriera, esta última resaltó su experiencia como asistente del cardenal Acquaviva. De igual modo, en algunos de esos manuscritos expone propias vivencias de su vida de casado y de separaciones amorosas. Y en idéntica manifestación están sus piezas de teatro: Tratos de Argel; La Batalla Naval; el drama La Destrucción de Numancia; la tragedia Jerusalén. La comedia El Rufián Dichoso, donde vierte magistralmente el saber de las costumbres y sentimientos, el accionar existencial, de personajes importantes  y del pueblo llano de su tiempo y, en mi modesto criterio, acercándolos a la contemporaneidad, haciendo que su cuerpo histórico sea un legado que, de manera positiva, conmueva genere y exprese sentido de pertenencia a quienes hablan la lengua castellana. La poesía no le fue ajena, sus poemas tienen la belleza de su producción de prosa y bien pudo pasar al devenir, como insigne creador, por ellas.

Las casualidades históricas, nos muestran un hecho curioso -sin ser impertinente-. El mayor de los literatos del Reino Unido y del idioma inglés, William Shakespeare, dramaturgo y poeta sustancial,   murió el mismo día que Cervantes. Solamente que las diferencias de los calendarios juliano y gregoriano, que guiaban el paso del tiempo, en ambas naciones sustentan crónicas distintas de fechas cronológicas, para ambos óbitos. El concepto límite, en los que el ciudadano plural excluye a veces el saber, el conocer las grandes obras de la genialidad humana, sea porque programas o planes educativos no los catalogan como importantes, necesarios, o porque no interesan al gran conglomerado, posibilitan que sean ignorados grandes creadores de la humanidad.

En el caso de  Cervantes, la difusión de sus libros, la causa-efecto del propio pensamiento implícito en sus escritos nos ubica en el trance de advertir que buena parte de su misión literaria haya sido ignorada o excluida por las nuevas generaciones, y desde luego no solo en Ecuador y en América, también en su propia patria. Encuestas en relación a la vida y la obra cervantina, hechas en España  frente a la esencial conmemoración de estos cuatrocientos años de su incorporeidad, arrojan cifras que lo confirman y son lamentables. La memoria cultural tiene estas omisiones sacrílegas imperdonables. (O)

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