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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Mecánica cuántica de barrio adentro

04 de octubre de 2017

¡Cómo son las vainas!, sin costumbre de leer, todo implosiona. Tremenda verdad incómoda para las autoridades educacionales y culturales. Hacer campaña de lectura como hace cincuenta años se conseguirán iguales resultados. Un Sísifo ecuatorial y tenaz, pero sin el andarele de la bibliofilia de cien grados en la escala de Alberto Manguel, Antonio Preciado o Fidel Castro. ¡Qué insignes comelibros! Y quien mucho lee, bonito habla. Hay que saber la historia de lectura de los nombrados; la tiene este jazzman, de las ligas menores de la bibliofagia, y la tienen ellos y muchos más de las ligas mayores.

En mi caso se la debo a don Benito Montaño, mi padre (ánima bendita), con sus lanzamientos cortos del periódico (El Universo, para más señas) y una sugerencia sin empeño dictatorial: “¡Toma, lee!”. Después de las comiquitas de aquel diario llegamos, unos años después, a El Quijote. Tremendo ladrillo, pero necesario.  

En estos meses leninistas de mecánica cuántica en la abarrotería de la esquina, cabe la paráfrasis de Stephen W. Hawking: “Si no leemos bien, bastante y desde pequeñines, a la sociedad ecuatoriana le ocurrirá el big crunch, la gran implosión”. O quizás el big bang. Una reducción a lo más básico o una dispersión al todo y nada, algo así como quedarnos en medio de las insignificancias.

Aquí no funciona, campaña de lectura de por medio, la dictadura de la bibliofilia ni el llamado profético a leer, la embarran si se meten en ese manigual; el jin-go-lo ba de la propuesta es democracia total y absoluta, costumbrismo favorable, comprensión de la realidad tecnológica y material y feria de lectores y no de libros (¡no es un chiste!).

En esta jam-session no se olvida el utilitarismo inteligente de la lectura. “Para escribir poesía y aprender matemáticas hay que conocer el idioma”, frase para la perpetuidad de Antonio Preciado. ¡Eso es lo que hay y más na’, Edgar Allan! Muchos aprendimos matemáticas, física y química por el costado de los teoremas trasladados a ecuaciones y fórmulas. Adrián Paenza (Matemáticas, ¿estás ahí?) y otros menos temáticos y más matemáticos empiezan por ahí sus excelentes divulgaciones de ciencias. Al final de la campaña de lectura tendremos más y mejores poetas, más y buenos matemáticos; y si no, lectores de la primera, y no sufridores de la segunda.

El salto cuántico ocurrirá cuando la clase política prometa bibliotecas barrio adentro y al electorado se le calienten las manos por los aplausos. La campaña de lectura está obligada, por razones democráticas participativas, a ser popular y prolongada, por todos los medios necesarios, con lectores y escritores (en ese estricto orden), sin perder una sola oportunidad y con las armonías de la seriedad risueña.

Nuestra especie evoluciona por la lectura, sea mediante oralidad (lectura del oído), quipucamayos, ajamiyya, libros impresos, e-book o esa conversación esquinera resumen de lecturas colectivas y personales. Suerte, Edgar Allan. (O)

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