Ecuador, 05 de Mayo de 2024
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El Telégrafo

Y se nos va marzo, que para nosotros los ecuatorianos es un mes de homenajes a la geografía y a la historia. A la primera, porque es el mes del primer equinoccio del año, que se llama ‘equinoccio primaveral’ en el hemisferio norte y ‘equinoccio otoñal’ en el hemisferio sur. Se trata de un momento muy especial del año, pues el Sol se halla colocado en el plano del ecuador terrestre y los dos polos del planeta se encuentran a una igual distancia del astro que nos da vida. Por ello la luz solar ilumina de igual modo a los dos hemisferios y el día y la noche tienen la misma duración.

En este equinoccio, que ocurre entre el 20 y 21 de marzo, se inicia en el hemisferio norte la primavera, que marca el renacimiento de toda la vida y el reverdecer de la madre tierra. De ahí que los pueblos indígenas del Ecuador andino celebren en este día el Pawkar Raimi o fiesta del florecimiento, en agradecimiento a la Pachamama por las primeras flores y los primeros frutos recibidos de ella.

Estamos, pues, en primavera, que, como dice el viejo adagio, ‘la sangre altera’ y nos pone más animosos, aunque a otros les produce astenia, un trastorno que trae consigo sensación de fatiga, dificultad para dormir y pérdida del apetito.

En el ámbito culinario, nuestra fanesca es una prueba de la vitalidad primaveral, expresada en la presencia de variedad de granos y frutos tiernos: arvejas, fréjoles, habas, choclos, zambos y zapallos, entre otros.

Entre tanto, en el hemisferio sur este día marca el retiro del Sol, el fin del verano y el comienzo del otoño, época en la que envejecen y caen las hojas, los días se vuelven cada vez más fríos y migran las aves hacia regiones más soleadas.

Pero marzo es también un mes de recordación histórica para los ecuatorianos, que lo hemos simbolizado en nuestro escudo nacional. Es el mes en que culminaron las luchas populares contra el gobierno de Juan José Flores, quien, en asocio con la oligarquía terrateniente, había implantado una tiranía de larga duración en el naciente Ecuador.

Esa culminación se dio el seis de marzo de 1845, cuando estalló en Guayaquil la ‘Revolución Marcista’, que encargó el poder al triunvirato de Olmedo, Roca y Noboa. Dos días más tarde el gobierno insurgente emitió una proclama escrita por Olmedo, que decía:

“CONCIUDADANOS: llegó el día deseado en que triunfase la noble opinión que se difundía de un extremo al otro de la República contra autoridades e instituciones intrusas. Los votos del pueblo quedan satisfechos. No resta más, sino poder abrazar igualmente libres a nuestros hermanos de las provincias interiores. Este hermoso día no está lejos …

Restablecer las ruinas que deja la anterior administración no es obra de pocos: necesitamos la cooperación de todos nuestros conciudadanos; no dudamos obtenerla, pues todos se hallan en el solemne compromiso de justificar la elección que han hecho en nosotros. Por nuestra parte rogamos encarecidamente a nuestros conciudadanos armados y no armados, de dar el raro ejemplo de amar en igual grado la libertad y el orden y de aprobar a los ojos del mundo que una justa revolución no es una rebelión, como lo llaman los amigos del poder absoluto y los cómplices de la ambición”. (O)

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