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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Manuel Medina Castro. Cien años

07 de agosto de 2015 - 00:00

Año 1915, período convulso de la humanidad; la primera conflagración mundial seguía; el ejército alemán ocupaba París; los imperios centrales ganaban la partida a pesar de la derrota de la flota alemana frente a Malvinas. La triple alianza, agotada en la guerra de movimientos, trocó la táctica por la de posiciones. La lucha submarina  -que hundió el barco Lusitania- generó el paso de EE.UU. al conflicto.

Dos años después -1917- la revolución bolchevique abría un mundo nuevo y tomaba el cielo. Hechos de la esfera mundial que en lustros posteriores tendría hondo efecto  en la vida y la obra de Manuel Medina Castro, que el 10 de agosto de 1915 nacía en Guayaquil. “Crecí orgulloso de mi estirpe”, me decía en Santiago, donde lo conocí en su segundo destierro, al hablar de sus padres, Manuel Medina Álvares y María Castro Mendosa. “A los siete años fui testigo del 15 de noviembre de 1922”, nos acotaba en las reminiscencias de tiempos idos en los largos diálogos y los sutiles silencios del ostracismo con la angustia de la patria lejana y donde compartíamos la decisión por la justicia social y la afición por el tango. La matanza obrera -afirmó en sus libros- decidió su vida y lo ubicó en la senda de lucha y forma de vida, de la verdadera condición humana, solidaria y libre.

Adolescente, forma la agrupación de izquierda Grumarsol en el colegio Vicente Rocafuerte y publica Mella, en honor al líder cubano asesinado en México. En 1935 estudia Derecho. En el alma máter destaca por su intelecto y comparte ideales con Pedro Saad, Enrique Gil, Carlos Julio Arosemena. Franklin Verduga Loor, mi padre, fiel amigo, le revela los azares de los miembros de la brigada Eloy Alfaro de ir a luchar por la república  española, evidencia que recoge y escribe en singular ensayo sobre esa guerra civil tan dura, en el año 38. El autócrata y conspicuo oligarca  Carlos Arroyo del Río lo agrede, por negarse a dar un discurso  en su visita al claustro. En campaña por Velasco Ibarra, en 1942, es apresado. Luego marcha al primer exilio en Chile.

Actor valioso de la  insurrección armada del 28 de mayo del 44, que derribó el régimen arroyista -reo de traición por la mutilación territorial-. Elegido a la Constituyente que expidió la Constitución de 1945, en su tiempo la más avanzada en lo social y político de América. En 1946 se casa con doña Mercedes Capelo Burgos, con la que procrea 5 hijos. En meses ulteriores, el presidente Velasco se desemboza, el 30 de marzo del 46 da un cuartelazo, rompe la Constitución y genera un acoso vil al pueblo. Medina publica la obra Estados Unidos y la independencia de América Latina, texto de consulta en universidades del orbe.

La Junta Militar del 63 lo persigue con saña. Cuba le da el asilo vital necesario. Logra el premio Casa de las Américas en 1968 con su ensayo Estados Unidos. América Latina, siglo XIX. Académico brillante, cesado en su puesto por la dictadura de Castro Jijón, devuelto el cargo en desagravio, caídos los perpetradores. Su ruta de escritor sin limitación, arduo, creativo, esforzado al límite, sin miedo al caos o vigilia, nos entregó obras de gran valor. En 1983, Simón Bolívar, el bicentenario; El Conflicto de Malvinas. En 1984, Ecuador contra la dependencia e intervención. En 1985, en el libro Historia de Ecuador. En el 87, Ecuador, país ocupado. En 1988, su columna editorial en el diario EL TELÉGRAFO, al cumplir  80 años, sustenta su alegato de vida: “El mirador multidimensional de la edad que permite el pasado, es el trozo del camino acertado hacia el futuro”.

Murió el 16 de junio de 1996, un domingo; “el día que más me gusta”, como nos decía siempre, enlutando a las ciencias sociales y a la Patria Grande. (O)

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