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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Manabí, potencia cultural

07 de noviembre de 2014

En la llamada antinomia entre la solemnidad y el talento, siempre vencerá el segundo, aunque el tiempo demore el fallo. Algunos estetas con hábitos inveterados de impedir que su pensamiento se transforme en esquema lumínico, que libere sus ideas al público, a veces se refugian en la alegoría de la reclusión personal y de su obra, excepto cuando la parafernalia editorial los descubre. Sucede asimismo con los cenáculos, alejados insensiblemente -en su rígida abstracción- del grupo social y que al hacerlo  pierden contacto con la realidad, la gran maestra de la historia. Empero este divorcio cognitivo de  pocos no frena la búsqueda de la cultura, por las multitudes. Y es que ella es un factor humano que se propaga como el aire, su ideología subliminal es de todos.

Desde hace algún tiempo la Casa de la Cultura Núcleo de Manabí, fiel al lema ‘Potencia cultural’, ha establecido un fructífero peregrinar intelectual a Guayaquil, para en este terruño hermano entregar las creaciones de sus poetas, escritores, músicos e intérpretes en veladas inolvidables como la acaecida este 30 de octubre pasado. La autenticidad no convencional de la cultura de una provincia siempre admirada por la población ecuatoriana, no solo por ser la cuna del ínclito general Eloy Alfaro, también  por las virtudes de su pueblo generoso, denodado, de mujeres bellas y altivas y hombres leales y osados en su diario vivir, y yo añadiría por el ingenio de sus hacedores, rapsodas y artistas.

La aventura vital y su itinerario civilizatorio propuesto por la embajada cultural manabita tuvo feliz desarrollo en los salones de la Casa de la Cultura de Guayaquil. Poesía joven y música vernácula hermanaron las esencias de la realidad cotidiana, con las verdades de la fantasía. Esta ilustrada iniciativa, que en los últimos años satisface con creces el espíritu a los coterráneos que moramos en esta urbe y de los guayaquileños y del resto del país que se deleitan con las manifestaciones de arte y de literatura, es un indeleble ejemplo a ser replicado en toda la nación, para tornar la mirada al pensamiento de Benjamín Carrión sobre el destino del Ecuador.  

Gracias por esos momentos imborrables. Pero además mi reconocimiento rebosa la relevante frontera del goce estético de una producción cultural intachable exteriorizada en esa fecha notable. Debo, además, presentar mi sincera gratitud a la mayor entidad cultural de mi provincia natal; a su presidente Dumar Iglesias; y a Vicente Espinales, poeta coronado por la sentida exaltación de méritos de mi progenitora; a ambos -manabitas dignos del patronímico- el agradecimiento eterno por la designación de mi madre Paulina Vélez y Vélez de Verduga Loor como Dama Símbolo de la Patria.

El reconocimiento a una pedagoga, próxima a cumplir 103 años de edad, con sus potencialidades físicas mentales y sociales casi intactas, nos ha llenado de felicidad, por ello me ha pedido que en plenitud agradezca de su parte. Ella, que a lo largo de su fructífera vida no solo acompañó a mi padre en sus luchas por un país mejor, sino que fue actora de esas batallas, por las que recibió persecución y destierro durante la dictadura del 63, y que enhiesta y sin rencores supo enfrentar los innobles linchamientos mediáticos en 1998.

Las acciones vitales en tiempo y espacio, y hasta las imprevistas manifestaciones del devenir, imprimen, a las instituciones su perennidad, cuando su impronta refleja espíritu diáfano, intención vertical, honestidad de su dirigencia, para difundir la cultura y el arte universal a las mayorías.

El núcleo de Manabí, de la Casa de la Cultura Eloy Alfaro Delgado, cumple exitosamente estos insignes predicamentos. Felicitaciones por ello. Y gracias, nuevamente, muchas gracias.

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