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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Los sueños y pesares de una década prolongada

19 de diciembre de 2014

Los años sesenta se los evocará siempre como ciclos fulgurantes y convulsos, y de relevancia sustancial para la humanidad, especialmente los cambios de la superestructura filosófica, y las formas de vida de millones de seres humanos en los dos hemisferios. En un lapso temporal que superó la década -cubrió 15 años-se registraron hechos fundamentales para el orbe y el futuro inmediato de sus habitantes. La contradicción dialéctica estuvo presente, no con el signo fatal del destino, sino del libre albedrío, el de la antigua Grecia de Esquilo y Eurípides. Así mencionaremos:

La conquista del espacio por parte de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial, se transformó en el debate singular de los dos sistemas políticos y sociales opuestos, que culminó con el alunizaje de la misión Apolo 11 en 1969. El capitalismo ganó la partida en la carrera espacial.

La descolonización de África, Asia y América Latina tuvo efímero esplendor en esa época dorada, también salpicada por crímenes horrendos, como el de Lumumba, el héroe nacional del Congo. Lustros después, el proceso liberador se convirtió en una nueva forma de coloniaje neoliberal, especialmente en el Continente Negro. Y que ahora como antaño, esas sufridas latitudes son teatro de enfrentamientos fratricidas, epidemias y hambrunas de connotaciones casi bíblicas.

La rebelión social de mayo de 1968, en París, mostró la debilidad del establishment europeo-norteamericano de dominio,  pero por sobre todo solventó la expectativa de un entorno distinto, en lo social y cultural. Esta libertaria actitud civilizatoria, cual planteamiento académico, posibilitó cambios básicos en el arte y la cultura de todo tipo y en las relaciones humanas. De Gaulle, con el apoyo de la OTAN, rompió las barricadas parisinas a costo de cientos de víctimas y luego su retiro como el último de los estadistas sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial sustentó el fin de una época.

Los combates generalizados por la liberación en Vietnam, y las incipientes batallas en las colonias portuguesas africanas, por su independencia, catapultaron años después la derrota del gobierno títere de Saigón y la unificación de la patria vietnamita. Y en Portugal, la caída del régimen nazi de Salazar. Por su parte, el presidente Nixon, para cubrir la debacle militar y política de EE.UU. en Indochina, decretó el alejamiento de la moneda estadounidense de su respaldo en oro, y con ello el Tercer Mundo pagó de nuevo la cuenta al tener las naciones su reserva monetaria en dólares.

Este lapso de tiempo de connotaciones mágicas del decenio extendido surtió otros hechos de importancia fundamental para América y la Tierra toda: la instauración del socialismo en Cuba con la victoria de las armas cubanas contra los invasores en Playa Girón; el triunfo electoral en Chile de la izquierda, su posterior derrocamiento por el putsch fascista y la muerte en combate de Salvador Allende; la vil matanza en la plaza de Tlatelolco, y el alza de los precios del petróleo, que inició el desplome del Estado de bienestar, por el que hoy, en Europa, doblan las campanas.

La generación del sesenta enfrentó la necesidad histórica de cambiar el planeta; no lo pudo hacer. En Ecuador, a algunos de esa concepción los cambió el mundo y naufragaron en las aguas nefastas de la traición o la capitulación, unos pocos ahora son abogados de bancos, peones de la reacción mediática, y los más, seguimos estando en el sueño de la justicia y la hermandad.

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