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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Los movimientos y la unidad

29 de febrero de 2016

Acción fundamental de toda organización social y política es la necesidad de procesos internos y externos de unidad. La unidad ha sido tema de reflexión de la teoría política porque se considera que el accionar de toda organización debe girar en torno a un conjunto de ideas, valores, referentes, lo que se conoce en general cómo ideología y ciertos modos de cómo lograr que esos valores se materialicen en un programa en el que de manera puntual se cuenta a la sociedad lo que se aspira a hacer para que esos valores se conviertan en realidad, por tanto, ese nivel de ideología se tiene que materializar en acciones política concretas: organizativas, de alianzas, de movilización, de formación, etc., todo esto con el objeto de aspirar a la toma del poder, y para lograrlo se requiere que la organización tenga los mínimos necesarios para administrar tanto el poder como para consolidarse como organización política, es decir, mantener el nivel necesario de legitimidad, de contacto con sus bases y en consecuencia sostener socialmente un proyecto político; por eso el tema de la unidad no es cosa menor. Atraviesa todo el entramado de las acciones y reflexiones que la organización política va desplegando a medida que lucha socialmente.

La unidad se materializa en todas las acciones de la organización política. Si la organicidad es la necesaria, se puede pasar del programa al plan de gobierno, es decir, el programa convertido en un plan de acciones de política pública enfocado en los valores, ideales ideológicos. Por eso la ideología y la política son dos caras de la misma moneda y su circulación son las acciones de la unidad. Así cuando ideologías contrapuestas buscan la ‘unidad’ rápidamente se comprende que como tal no es viable, excepto que una de las partes haya perdido sus valores y se haya reducido a un aparato de representación de intereses dispuesto a subsumirse a la otra parte que le exige ‘unidad’; lo que termina en un sometimiento de la organización y un falso pragmatismo que los hará venderse al mejor postor.

El tema de la unidad es fundamental para comprender las diferencias y las diversidades al interior de toda organización política. Si la unidad se comprende como la conjunción de las fuerzas alineadas bajo el paraguas de los valores, de los principios que dan identidad y personalidad a la organización, se suman a una acción política coherente. Pero cuando se reclama unidad, pero a la vez se acciona para funcionar con estructuras paralelas lo que ocurre es un engaño social interno y externo. Es reducir la política a sus valores más ínfimos.

La unidad puede ser muy rigurosa, vertical y horizontal. Más homogénea o heterogénea pero los valores dan cabida a la diversidad pero no a las acciones que socaban a las bases mismas. Por eso no se puede hablar de unidad mientras se accione para romper las estructuras, que no son formalismos, sino el cuerpo vivo de quienes actúan políticamente. La diferencia es el valor fundamental para la disputa política con otras organizaciones; diferenciándose del actuar como facción. Madurez política y cualificación permiten superar las visiones y acciones mezquinas, utilitaristas en cualquier movimiento o partido con fines sociales, con fines para el bien común. (O)

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