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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Los herederos de la tierra

08 de junio de 2015 - 00:00

Tanto revuelo ha causado el tema de los impuestos a las herencias que sorprende la diversidad de reacciones de algunos sectores. Las primeras sorpresas vienen de aquellos que dicen que este país se ha empobrecido, que la clase media está golpeada hace años, que no hay trabajo, que los ingresos no alcanzan para cubrir los gastos, que no se apoya los emprendimientos, que las salvaguardias nos hunden,  etc., etc., etc. Resulta ahora que medio mundo ha acumulado tanto que están preocupados de qué van a dejar a sus pobrecillos hijos, que no saben qué les deparará el futuro, que sin esos recursos quedarán casi casi en la orfandad.  Entonces eso de que la educación es el futuro, de que es la mejor inversión en la vida, de que los valores, los principios, la moral, la ética, Diosito, Jesús, la Pachamama, la venida del Papa, etc., etc., etc., no ha importado nada; sino cuánta plata se les va a dejar a los “herederos”. La sorpresa es mayúscula cuando hasta los que se dicen de izquierda, socialistas, alguno que otro progresista, están dolidos de que se grave a las grandes fortunas. ¿Cómo entender semejante reacción? ¿Cuánto tienen, cuánto han acumulado? De los sectores de derecha se podría decir que se entiende la reacción pero no se comprende que defiendan a los más ricos. A aquellos que no cederán ningún espacio económico, social, cultural para que entren en sus finos círculos. Lo peor de las reacciones vienen de aquellos que piensan que la riqueza la hace una persona y punto. Que piensan que el capital viene de la nada y de la nada de reproduce, casi mágicamente. Que piensan que solo su esfuerzo es el que hace que tengan ingresos. Es un doble juego: por un lado, si se trata del trabajo saben que necesitan a otros para explotarlos. Son aquellos que disfrutaron de enriquecerse con la tercerización y no tuvieron vergüenza alguna de hacerlo. Los que evadieron por años el pago de impuestos. Los que se enriquecieron pagando salarios bajos y que les duele una ley como la de justicia laboral. Los que trataron al “servicio doméstico” como servidumbre y en condiciones de casi esclavitud; y, por otro lado, cuando se trata de las ganancias, la amnesia emerge con fuerza. Reclaman que lo ganado es por propio sacrificio, casi mártires y héroes solitarios que han hecho que el capital se multiplique. Se puede criticar que la forma de plantear el tema de las herencias no haya sido la  mejor; que quizás se debería haber puesto el énfasis en los mecanismos de evasión fiscal como los fideicomisos, pero no cabe duda que este tema ha causado revuelo y demuestra las hipocresías sociales. Querer justicia, igualdad, equidad pero no cambiar nada. Querer que todo cambie pero continuar con privilegios y prebendas. Querer una sociedad con seguridad social pero no repartir nada. En esto no podemos ser ingenuos: debemos  avanzar con fuerza en la redistribución de la riqueza, ya que esto multiplicará la riqueza social, el empleo, la calidad de vida, la innovación, la economía del conocimiento, el talento humano, los emprendimientos. Quienes tienen miedo de una medida así son los que con su acumulación impiden el desarrollo del país. No es la clase media, no son los sectores populares los afectados, sino los privilegiados. La clase media no puede dejarse confundir. No debe asumir la defensa de aquellos que históricamente los han oprimido. (O)

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