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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Libros viejos en la universidad de Guayaquil

20 de agosto de 2016

En mi primera visita a México, en un año tan lejano como 1974, visité la emblemática Unam, la famosa Universidad Nacional Autónoma de México, con el afán de conocer su funcionamiento. Era ya uno de los más importantes centros continentales de educación superior, haciendo justicia al lema “Por mi raza hablará el espíritu” que, lanzado por Vasconcelos, la identifica.

La Torre del Rectorado, ilustrada con el mural de O’Gorman, albergaba una serie de departamentos, entre ellos el relacionado con el quehacer cultural de la universidad. Dirigido por un distinguido intelectual, allí se concentraban libros, discos, folletos, afiches, catálogos de exhibiciones plásticas, programas de mano de funciones teatrales y conciertos, que en conjunto hablaban de la importancia que la UNAM concedía a las actividades culturales.

Hasta hoy conservo parte de los ‘Cuadernos’ de la Colección Deslinde, que en el marco de la entonces considerada función de la universidad —la extensión universitaria—, reunía textos de autores de los 5 continentes. Tengo a la mano el Tomo III que se inicia con el escrito del fallecido presidente chileno Salvador Allende acerca del tema ‘La Revolución Social y las Universidades’. La riqueza de las aportaciones se hacía presente con las firmas de Jean Paul Sartre, Enrique Tierno Galván, Pablo González Casanova, Risieri Frondizi, Carlos M. Rama, Agustín Cueva, entre muchos otros. No había fronteras de edades, nacionalidades o profesiones. Antiguos maestros ya fallecidos, junto a noveles catedráticos, se encontraban dentro del quehacer que el argentino Mondolfo resumió en su obra: La Universidad Latinoamericana como creadora de cultura.

Años más tarde, en 1985, habiendo sido invitada a La Habana como ponente en el II Encuentro de Intelectuales de América Latina y el Caribe, hablé acerca de la actividad cultural que cumplía por entonces la Universidad de Guayaquil, habiendo merecido mucha atención la Colección de Autores Ecuatorianos, que incluía la obra de distinguidas mujeres del país, y que la Facultad de Economía, bajo la dirección de Elías Muñoz, publicaba. Conté cómo aquella se había convertido en referente de autores nacionales y extranjeros, al rescatar de un injusto olvido, valores del pensamiento nacional.

En días recientes he recordado lo anterior, al enterarme de que se habría dictado una disposición en la Universidad, de que ‘solo se impriman libros de docentes vivos’, lo cual deja fuera compromisos contraídos con la obra de autores como Jorge Pérez Concha, Antonio Parra Velasco, nombres cimeros ligados al centro superior porteño, que además han donado sus libros al alma mater.

Se me dice que en la biblioteca general situada en la Casona se hizo una ‘purga’ de obras, eliminando las que contaban con más de 5 años de antigüedad. ¿Por qué otras bibliotecas en el mundo se precian de contar hasta con incunables de varios siglos de antigüedad? ¿Es verdadera tal resolución? ¿Conocerá aquello nuestro presidente, académico y docente? Se impone un debate ciudadano al respecto. (O)

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