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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Libertad y Socialismo

11 de mayo de 2015 - 00:00

“No queremos ciertamente que el socialismo sea en América calco y copia. Deber ser creación heroica” decía Mariátegui. Entendía que el socialismo no podía ser un remedo de lo que pasaba en Europa, sino que América Latina tenía el deber de forjar su propio camino partiendo de sus condiciones de heterogeneidad histórica. La exigencia de no copiar ni de hacer calco son oportunas ahora más que nunca. Con un capitalismo hipertecnologizado y global, pensar en un socialismo del siglo XIX sería un tremendo error histórico; ni siquiera el llamado socialismo realmente existente del siglo XX, puede servir de modelo para combatir en los nuevos tiempos del hipercapitalismo neoliberal.

Este siglo XXI exige un repensar continuo de lo que ha sido la historia y el rol que juega América Latina en el mundo. Pero sobre todo con vistas hacia adentro: ¿Cómo están configuradas las burguesías en estos tiempos? ¿Cuáles son sus estrategias y tácticas; sus estructuras ideológicas y políticas? De esta manera podremos adelantar en la comprensión discursiva y las acciones políticas que tienen los grupos de avanzada neoliberal en esta década. No se puede pensar que el neoliberalismo es un tema superado o del siglo XX, por el contrario, este vive una renovación permanente; se remoza cada cierto tiempo y a medida del capital transnacional.

Es así que el discurso de la libertad neoliberal toma fuerza como punta de lanza. Espera tomar ventaja del bienestar social para ofertar un valor ficticio superior al bien común: el bienestar individualista. Esa libertad neoliberal tiene la capacidad de copar los espacios públicos y privados; de sacrificar el bienestar presente. No tiene que ver con utopías movilizadoras, sino con elaborados engaños sobre un futuro irrealizable. El socialismo, por el contrario, parte de comprender la realidad actual y ser pragmático políticamente. El socialismo no es fantasía ni ilusión banal, porque su centro es el hombre mismo como humanidad diversa  que no reduce a la naturaleza a simple recurso material.

El socialismo siempre buscará terminar con las formas de alienación que el capitalismo necesita producir para mantener su hegemonía. Y los medios de comunicación masiva son los dispositivos de consolidación ideológica del capitalismo mercantil. Por eso es necesario disputar el campo de la comunicación política y pública para desestructurar eso que Ludovico Silva denominó: plusvalía ideológica. El socialismo es resistencia frente a la destrucción permanente que requiere el capitalismo. La libertad no puede realizarse en el capitalismo. Solo puede ser un remedo, una proyección, una sombra que sostiene la explotación.

Además la libertad por principio se estructura en el relacionamiento social. Ingenuamente algunos creen que tiene su centro solo en el individuo y que brota mágicamente de él. En los sectores acomodados es donde cala con más fuerza esa falacia. La libertad es la expresión plena del control humano sobre el capital y el mercado y no al revés. Bien decía Marcuse: “La sociedad de clases no se encuentra únicamente en la producción material, no se encuentra únicamente en la producción y reproducción cultural, se encuentra también en la mente y en el cuerpo de los sujetos y objetos del sistema”. (O)

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