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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

¿Libertad de expresión?

05 de septiembre de 2014

Los medios de comunicación privados tienen como finalidad ingresar en nuestras mentes y en nuestras vidas. En efecto, desde la infancia están presentes en todo lo que nos rodea: productos, publicidad, programas de televisión, películas, caricaturas, etc. Con la cantaleta de la globalización, diseñan qué mensajes quieren transmitir, qué producto quieren vender, qué moda quieren eliminar o actualizar, qué verdades quieren convertir en mentiras, qué mentiras quieren convertir en verdades. En suma, qué estilo de vida quieren imponer. Desde luego, no escapan a la tentación -según convenga- de apuntalar gobiernos o desestabilizar gobiernos.

Los medios de comunicación privados actúan como respaldo ideológico del modelo neoliberal. Guardan silencio, por ejemplo, sobre los impactos ecológicos que provocan las transnacionales. Por si esto fuera poco, defienden -a rajatabla- sus depredadoras acciones. Además, los medios audiovisuales privados fomentan el culto al consumismo; lo consideran como factor de desarrollo económico, como factor de progreso.

Por ejemplo, Mr. Turner es dueño de CNN, de Internet American Online y de la cadena de empresas de comunicación Time Warner, que opera en seis sectores: televisión, publicaciones, cine, música, deportes y sistemas de cable.

Recordemos cómo todos estos medios expandieron la información de que en Irak había armas de destrucción masiva; por tanto, todo el planeta estaba en peligro y se hacía ‘necesaria e impostergable’ una invasión. La guerra mediática fue el primer paso; luego vino la acción militar. Hoy se conoce -con certeza- que, al no existir los arsenales químicos de destrucción masiva en Irak, el verdadero motivo de la invasión fue el control del petróleo.

En el golpe de Estado de abril de 2002 contra Hugo Chávez, en Venezuela, hubo participación mediática. Los medios privados -propiedad de las élites- ‘renunciaron’ a Chávez y al vicepresidente Diosdado Cabello; declararon un ‘vacío de poder’. Pedro Carmona, presidente de Fedecámaras, ocupó algunas horas la presidencia.

El golpe de Estado de 2009, en Honduras, contra Manuel Zelaya, contó con la participación de los medios audiovisuales. Según la derechista prensa hondureña, el presidente Zelaya cometió dos ‘pecados’: ingresó a la Alba y pretendió consultar al pueblo respecto a la elaboración de una nueva Constitución.

En el golpe de Estado del 30 de septiembre de 2010 contra el presidente Rafael Correa, los medios privados pretendieron convertir a la víctima en victimario, repitiendo en innumerables ocasiones la frase cargada de mala intención: ‘¿Quién ordenó disparar?’.

En el golpe de Estado de 2012 contra Fernando Lugo, en Paraguay, los medios tuvieron activa participación; basta recordar que el 98% del espectro radioeléctrico continúa en manos de 10 familias.

Lo que pretenden los defensores del ‘establecimiento’ es que dejemos de ser personas y nos convirtamos en mercancías; es decir, en consumidores compulsivos.

Con toda esta estructura de dominación ideológica, ¿en qué lugar cabe esa quimera de que el imperio decadente llama ‘libertad de expresión’?

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