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El Telégrafo
Xavier Villacís

Una ley económica de ensueño

08 de noviembre de 2019

El país debe estar en su pico más bajo de “felicidad medible” en este nuevo siglo, incluso debajo de inicios de milenio cuando familiares y compatriotas se la buscaban sin cesar por otros países a causa de la debacle del sistema financiero.

En esas fechas, en medio del dolor de la separación, había momentos de alivio, de sonrisas cargadas de tranquilidad cuando el migrante llamaba a casa avisando del envío del dinero ganado por su trabajo y se sabía que pronto pagarían deudas, comida, arriendo, escuela.

Ese dinero fortaleció el comercio, hizo producir a empresas, nutrió la banca y todos salimos a flote. Ahora prevalece “in crescendo” la angustia de saberse desempleado o temer pronto estarlo, que los negocios cierren y sobrevenga algún imprevisto sin tener la manera de enfrentarlo.

Por eso la tarea a cumplir y que hasta el momento no lo ha hecho ningún gobierno es buscar en el pueblo llano los aplausos a las reformas y proyectos de ley económica que llegan a la Asamblea.

Me atrevo a soñar: ¿por qué no aventurar una especie de “sucretización” paradisiaca a nuestras particulares deudas? Así a todos nos llegaría ese regalo que la historia recuerda les llegó a unos pocos empresarios afortunados en 1983; o permitirnos venderle hasta las tachuelas al Estado como lo hizo aquel grupo cuencano mimado durante el correísmo.   

Volviendo los pies a la tierra no creo que sea mucho pedirle a los asambleístas un imposible, que incluyan en el debate para su aprobación, junto a las reformas que satisfacen a los grupos de mayores recursos, algo, lo más destacable y aplicable del idílico proyecto económico del Parlamento de los Pueblos.

Como por ejemplo reducir el impuesto al valor agregado (IVA) o drásticamente bajar las tarifas residenciales de electricidad. Así, a diciembre lo esperaríamos diferente, pensando en un 2020 sin tanta aflicción, con menos impuestos y algo felices porque al fin beneficiaron a todos por igual. (O)

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