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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Labores de una academia

07 de julio de 2016 - 00:00

La Academia Nacional de Historia cumple este mes 107 años de existencia. Fue fundada el 24 de julio de 1909, en homenaje al nacimiento del Libertador Simón Bolívar, por el ilustre intelectual monseñor Federico González Suárez y un grupo de jóvenes investigadores.

Nació con un nombre que perfilaba sus aspiraciones científicas y culturales: Sociedad de Estudios Históricos Americanos, y tuvo como su primer empeño el de publicar regularmente un boletín, que diera cuenta de sus investigaciones y otras tareas científicas.

Ello le ganó el respeto del país y del Estado, que once años después, en 1920, la proclamó Academia Nacional de Historia, dictando a su favor una Ley Constitutiva que fijaba objetivos, responsabilidades y organización interna, y establecía la obligación gubernamental de sostenerla económicamente.

Desde entonces nuestra Academia ha trabajado silenciosa y esforzadamente al servicio de Ecuador, sin otro interés que el de estudiar la historia nacional en sus fuentes originales. El mayor testimonio de ese esfuerzo lo dan las numerosas publicaciones de esta entidad y en especial su afamado Boletín, que es la más antigua y sostenida publicación científica ecuatoriana, de la que está por salir el número 193, correspondiente al segundo semestre de 2015.

Por otra parte, en los últimos años nuestra Academia se ha empeñado en salir de sus tradicionales reductos de Quito, Guayaquil y Cuenca, para proyectarse hacia todo el Ecuador. Hoy su membresía pertenece a 18 de las provincias ecuatorianas: Azuay, Bolívar, Cañar, Carchi, Cotopaxi, Chimborazo, El Oro, Esmeraldas, Guayas, Loja, Los Ríos, Manabí, Morona, Napo, Pichincha, Santo Domingo de los Tsáchilas, Santa Elena y Tungurahua. Así, hoy contamos con 125 miembros nacionales y 34 correspondientes extranjeros.

Buscando romper las barreras del centralismo, hemos realizado un buen número de reuniones científicas regionales, abiertas a la participación del público, en Manabí, El Oro, la Región Central (Riobamba) y tres en la Región Amazónica. Además, un Simposio Binacional, en Pasto; un Congreso Internacional, en Loja; un Simposio de Historia de la Ciencia y otro de Historia del Trabajo, en Quito.

Para realizar tan ingente tarea, la Academia se ha empeñado en una dinámica autogestión, que le ha permitido organizar esos simposios y financiar la publicación de las respectivas memorias y otros libros. Pero también ha sido y es importante el aporte del Estado, que, aunque es limitado, sirve para pagar a seis empleados y cubrir los servicios básicos de la Academia Nacional de Historia, puesto que sus directivos no ganamos sueldo.

La proyección internacional de nuestra Academia ha sido otro de nuestros objetivos. Y es que en el mundo actual no puede haber desarrollo del conocimiento científico al margen de las grandes corrientes de ideas, saberes y comunicación.

Así, se han suscrito varios convenios con academias extranjeras. Uno con la Academia Peruana de Historia, el 16 de octubre de 2014. Otro con la Academia Nariñense de Historia, el 13 de diciembre de 2014. Y otro más con la Academia Nicaragüense de Geografía e Historia, suscrito en Managua, el 27 de marzo de 2015, con ocasión de los actos de homenaje al General Eloy Alfaro, organizados por la embajada de Ecuador en ese país.

También se negoció el Convenio de Cooperación Científica y Académica con la afamada Universidad de Salamanca, suscrito el 29 de septiembre de 2015. (O)

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