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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

La vieja clase política

19 de febrero de 2015

Asistimos a los estertores de la vieja clase política ecuatoriana. Alejada del poder central del Estado por ocho largos años, angustiada por la vejez y la muerte, y convencida de que no podrá recuperar fácilmente el poder perdido, siente que los años se le hacen eternos y que los plazos constitucionales se le han vuelto una camisa de fuerza.

De ahí el clamor con que sus voceros reclaman la vuelta al pasado, sea por medio de elecciones o, mejor todavía, a través de una hipotética revuelta popular que derroque al actual Gobierno e imponga un recomienzo del juego político.

Para tratar de crear ese clamor, han unido sus voces personajes de la más diversa pelambre y color, reunidos por similares apetitos. Así, junto a personajes expertos en bandazos y juegos de cintura con todo gobierno, muestran también su imagen deslayada ciertos personajillos propios de la picaresca literaria, que en otro tiempo enviaban loas a la dictadura militar y adjuntaban la lista de los cargos a que aspiraban. Y estos son los que ahora pretenden mostrarse como campeones de la democracia…

Tras el común objetivo del retorno a las mieles del poder, integran ese desafinado coro algunos exlegisladores, exembajadores y exministros de otros tiempos, la mayoría de triste recordación, acompañados por sus escuderos y sirvientes. Y para que no falte la paradoja, participan con sus trinos incluso algunos exfuncionarios de este mismo Gobierno, a los que se les cayó antes de tiempo la rama en que se aposentaban.

El coro es bastante mediocre y tiene un pobre repertorio, que se vuelve cansino por su repetición constante, pero hace bulla todos los días. Para ello tiene a su servicio a los medios mercantiles, que invitan con frecuencia a las primeras voces, que por casualidad resultan ser sus propios empleados, opinadores y plumíferos.

Su repertorio resulta inevitablemente pobre, pero no por falta de ideas, sino porque hay unas para el consumo público y otras realmente inconfesables, que se guardan en reserva hasta que llegue la hora precisa. Así, gritan en público consignas como: No reelección, Abajo el despotismo, No criminalización de la lucha social. Pero la verdad es que cada miembro de ese coro tiene su propia aspiración oculta, sea individual o partidaria.   
La derecha quiere reimplantar el neoliberalismo, abrir el país al ‘libre comercio’, privatizar los servicios públicos y reducir el gasto estatal. Los dueños de los medios quieren eliminar la Ley de Comunicación y los medios públicos. Y hay quienes quieren restablecer el libre ingreso y libre egreso en las universidades.

¿Y en lo individual? Ahí es donde reluce la feria de vanidades. Estos quieren volver a ser ministros o embajadores, el de más allá aspira a la presidencia del Congreso, lo mismo que varios otros, y algunos personajes más prácticos le tienen puesto el ojo a los cargos por donde circula el dinero. Esos son los sueños que mueven a este coro de viejas y nuevas voces de la política criolla.

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