Hace un poco más de cuatro años se creó la Celac, organismo continental que agrupa a las naciones de América Latina y el Caribe, bajo el influjo del pensamiento de nuestros próceres que soñaron con una gran patria donde convergieran los países liberados del colonialismo europeo, y que se convirtiera en el faro de libertad y justicia del orbe. Han transcurrido cerca de 200 años desde la gesta libertaria, y poco a poco se recupera ese camino luminoso, con las dificultades propias de una empresa semejante, y las zancadillas y trampas que las naciones hegemónicas han puesto para conspirar en contra de su éxito y la completa realización de sus ideales y objetivos. La agenda de acción, necesaria con énfasis en lo político, económico y social, trazada en su génesis, planteó siempre el proceso de integración como la viga maestra para el desarrollo de los pueblos. Y es evidente también que, a pesar de haber transcurrido menos de un lustro, se ha consolidado la idea en los 33 Estados que la integración del continente sin tutorías es vía segura de auge total.
La reunión cumbre de Celac, del miércoles 27 de enero de 2016 en Quito tuvo sucesos singulares. La presentación de los logros obtenidos en los cuatro años de su existencia estableció resultados importantes: la arquitectura del espíritu integracionista, la declaración de Iberoamérica como zona de paz, que tiene pleno cumplimiento, con el fin del enfrentamiento armado de medio siglo en la hermana Colombia, evidencian la relevancia de su acción; la lucha frente a flagelos universales, como el cambio climático, el terrorismo y la resolución efectiva respecto de la ejecución de los planes de acción que constaban en la agenda, aquellos “compromiso de hermanos” en palabras de nuestro eficiente canciller Ricardo Patiño. La lid para extirpar la pobreza e inequidad es divisa de la cuarta cumbre de líderes de gobiernos frente a la lentificación de su erradicación. El tema de la crisis económica que sacude el planeta ocupó buena parte de sus deliberaciones y, tanto en su prédica como en la polémica, fue asimilación inteligente para la unión de las tierras del Sur. El presidente Rafael Correa entregó la presidencia pro tempore de la Celac a su homólogo dominicano Danilo Medina, ratificando en su informe el énfasis en aciertos de la entidad regional, desde su fundación el 2 y 3 de diciembre de 2011, y los riesgos y amenazas, presentando cinco ejes para vencer la miseria con medidas en lo impositivo, social, ambiental, de inversión en ciencia y tecnología, el desarrollo sustentable y la defensa de los DD.HH. La declaración de la Conferencia cubrió la agenda pautada expresada a través de documentos solemnes, aprobados unánimemente.
No hay que olvidar que la conciencia histórica de nuestra América se apartó de las concepciones malsanas del ‘destino manifiesto’, culpable de agresiones militares de dos siglos que el Libertador Bolívar profetizó, y que son responsables de las múltiples generaciones de dictadores en casi todos los rincones de la Patria Grande, con invasiones, ocupaciones de territorios por la fuerza y el miedo. Señalar entonces que jamás nuestros países caerán en la celada feroz de divisionismo suicida y la guerra fratricida no es una opción posible, y que siendo Celac el escenario para soluciones de los problemas latinoamericanos, sustituirá a la decrépita y desprestigiada OEA en acción legítima. Y que a pesar de las gándaras, los pueblos sabrán desbrozar la senda de la maleza y la basura que quieren ser óbices al progreso. La conducción a la prosperidad y la paz es patrimonio de los pueblos. (O)
