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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

La restauración

17 de diciembre de 2015 - 00:00

En un diálogo que sostuvimos con fervorosos partidarios de la Revolución Ciudadana, saltó candela. Fue al momento en que dos de ellos, comentando los reveses electorales de Argentina y Venezuela, manifestaron que en los dos países se menciona el peligro de la ‘restauración conservadora-neoliberal’, como también lo sostienen aquí dirigentes de Alianza PAIS en relación al futuro nacional.

Y los dos confesaron que no entienden bien de lo que se trata y que -lo más grave- las bases con las que trabajan en el sur de Quito lo entienden menos todavía. Si no estuviéramos vinculados a la gente en diversos lugares del país y por distintos antecedentes y conductos, creeríamos que esa preocupación de los dos ‘correístas’ no tiene mayor trascendencia; pero es el caso que, más allá de la anécdota, esto refleja un verdadero vacío en la formación política de la militancia partidaria del actual proceso, lo que significa que no hay sensibilidad en los planos directivos para rectificar rumbos organizativos, luego de los rotundos fracasos del 23 de febrero de 2014, en que desde las bases se inició la reiterada exigencia de que se atienda, entre otras medidas urgentes, la capacitación de partidarios y simpatizantes. Desoír este clamor significa desechar los anhelos de quienes, eso sí, a la hora de las marchas y contramarchas, son requeridos para el apoyo callejero, en el que unos cuantos salen con la cabeza rota, como ha ocurrido incluso con dirigentes de PAIS.

Claro, a nosotros, simples mortales y preocupados editorialistas, no nos corresponde actuar en el plano concreto de implementar medidas ni procurar remedios para estos males. Eso les corresponde a las respectivas dirigencias. Lo que nosotros hacemos es recoger el rumor del río, porque sabemos bien que cuando el río suena... derrotas trae. Por lo demás, resulta simple definir en qué consiste la famosa restauración conservadora-neoliberal. Se trata de volver a un pasado que es reciente, y que en toda nuestra América se caracterizó por el uso de las leyes y del Estado para beneficio de empresas multinacionales -petroleras, mineras, agrícolas, farmacéuticas, etc.- que extraían grandes ganancias de nuestros recursos e impedían el desarrollo de las naciones.

Y para beneficio de las oligarquías. Se trata de volver al tiempo en que la salud estaba en manos de las clínicas privadas y de profesionales de alto costo. Se trata de volver al tiempo en que las universidades, los colegios secundarios y las escuelas eran un suculento negocio, aunque impartieran conocimientos mediocres y rifaran los títulos académicos. Se trata de volver al tiempo en que la banca privada te metía la mano en el bolsillo y te robaba tus ahorros. Se trata de volver al tiempo en que los obreros eran tercerizados y perdían su derecho a la estabilidad y a un salario digno. Se trata de volver al tiempo en que las amas de casa, las empleadas domésticas y los trabajadores informales carecían de todo derecho y de seguridad social. Se trata de volver a la época en que tal o cual jefazo militar o policial tenía a la tropa como una suerte de peones propios y de guardias privados. Se trata de retornar a esos congresos nacionales en que imperaba el hombre del maletín para comprar votos de los diputados e impedir así fiscalizaciones necesarias y promulgación de leyes y decretos para defender a los pobres y salvaguardar la soberanía nacional.

Eso, en síntesis, es la restauración conservadora-neoliberal y hacia allá se encaminan las fuerzas que triunfaron en Argentina y Venezuela. Que triunfaron por la fuerza del billete, de la acción desinformadora de los grandes medios privados, de las ONG financiadas por el gran capital imperialista, pero que triunfaron también por los errores cometidos por los gobiernos progresistas de los dos países hermanos, como fue la burocratización del proceso revolucionario, la ausencia de autocrítica y el compadrazgo frente a la corrupción.

Con el agravante de que los restauradores del viejo sistema tienen, al interior de las fuerzas progresistas y revolucionarias, cómplices efectivos y restauradores emboscados. (O)

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