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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Comunicación política en tensión

25 de mayo de 2015 - 00:00

El Ecuador, sin duda alguna, vive un complejo proceso de transformación social que intenta modificar las estructuras de la dominación tradicional oligárquica. Para algunos este podría ser un proceso de modernización institucional y/o social. Para otros la posibilidad de superar el modelo tradicional de la democracia representativa por una democracia modernizada que responda efectivamente a las demandas de la sociedad y evitar la fragmentación del país. 

En cualquier caso las relaciones de dominación han sido modificadas. Unos quisieran que haya una receta para seguirla al pie de la letra y mágicamente alcanzar el bienestar. Otros quisieran que las tensiones sociales lleguen al límite para que la sociedad ecuatoriana traspase el campo de las tensiones negociadas y se despliegue un proceso de violencia social que les asegure su rol ‘revolucionario’ y de vanguardia.

La historia social del Ecuador nos enseña que nunca hemos llegado a ese límite, pero no quiere decir que no podamos acercarnos. Hoy en día los intentos de trastocar el orden de la dominación tradicional encuentran resistencias, paradójicamente, en sectores que se autoidentifican como de izquierda. De la derecha no podríamos esperar otra cosa. Lo extraño es que esas izquierdas se resistan a la inflexión, no solo institucional, sino de las estructuras económicas. Quisieran que mágicamente el socialismo del siglo XIX sea el fondo del escenario de la lucha social.

Con extrañeza encontramos un vacío ideológico sobre su uso. Es una forma de reduccionismo táctico de preservar su naturaleza negativa. Siempre desear el poder, pero no hacer nada para alcanzarlo. Manifiestan una incapacidad de superar una visión metafísica del poder como de la política; una carencia de comunicación política.  

Y en medio de todo eso el uso del marxismo estalinista los lleva a creer que están protegidos, vacunados contra cualquier posibilidad de contaminación con la realidad. Necesitamos de la Comunicación Política para comprender estas lógicas contradictorias, entre lo público y lo privado, cómo se interpelan y movilizan. Requerimos más y mejor comunicación política. Esta es una herramienta no solo para el análisis sino para la acción política; no la sustituye, por cierto. La comunicación política sirve para vislumbrar el entramado de la producción de las mercancías informativas y comunicacionales, su dinámica de poder, pero también para pragmáticamente disputar su negociación y producción.

La conformación de lo público no se reduce a la acción del Estado, ni a la acción de los grupos dominantes; estos quieren ejercer el poder y el control. No basta tener poder político gubernamental. Es necesario tener poder político social, ciudadano.

Por eso la comunicación política es el escenario del enfrentamiento de las mayorías versus quienes han usurpado lo público, privatizándolo a beneficio propio. Ha sido la privatización de la opinión. Desprivatizarla es provocar opinión pública. Es provocar la emergencia -debemos hacerlo- de actores políticos para seguir disputando colectivamente el orden de la dominación neoliberal aún existente. (O)

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