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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

La derecha llega al balotaje con Macri

30 de octubre de 2015 - 00:00

La derecha argentina hace un siglo que no tiene base electoral suficiente. Esta vez ha logrado la excepción de constituirla: lo ha hecho al unirse contra un proyecto popular como el que lleva adelante Cristina Fernández de Kirchner. De tal manera, el odio de clase contra la aparición de los más pobres en la vida pública y por la disminución del peso de las grandes corporaciones en el manejo del poder político ha logrado galvanizar a oposiciones disímiles y heterogéneas en un solo espacio antikirchnerista, cuyo único horizonte es tratar de derrotar al Gobierno (en la actual candidatura de Scioli). Ello implica, para esa derecha, endeblez organizativa, enorme dispersión ideológica y carencia casi total de programa: nada de ello obsta para que Macri haya obtenido un buen resultado en la presidencial quedando a solamente 3 puntos por debajo de Scioli, ya que para una parte del electorado argentino se trata de acabar con el actual Gobierno, sin idea alguna acerca de qué pueda venir luego.

Así, la irresponsabilidad cívica sobre el futuro acompaña el voto de un sector social importante, sobre todo compuesto por las ‘clases medias’. Estas se han beneficiado grandemente con el actual Gobierno, pero no toleran que haya mejoras para los sectores más pobres, a los que moralistamente toman como vagos, borrachos, etc., y por ello, nunca merecedores de mejora alguna. Advierten la subida del consumo de los sectores populares como amenaza para su distinción de clase (lo que tan bien analizara el sociólogo Pierre Bourdieu), de modo que preferirían estar un tanto peor, siempre que a los más pobres se los hunda de nuevo en el ninguneo e invisibilidad.

“Es que lo nuestro nos lo hemos ganado, en cambio a los pobres se les da desde arriba, y me lo quitan a mí”, claman desde ese sector social mezquino y autosatisfecho. Nada se les ha quitado -de hecho, están mucho mejor que hace una década-, ni es cierto que lo que tienen, igual lo hubieran tenido sin la buena condición ofrecida por el Gobierno en la macroeconomía. No les importa: han naturalizado sus actuales condiciones, y olvidado lo que el neoliberalismo les implicó cuando fue Gobierno. Los equipos de Macri son los mismos que los de De la Rúa, presidente neoliberal que huyó en helicóptero a la mitad de su período presidencial, dejando 35 muertos por represión en una sola tarde: Rodríguez Larreta (que será alcalde de la capital), Bullrich (que en su momento bajó el salario a todos los estatales, incluso jubilados), Lopérfido, Lombardi, Sturzenegger (que amplió de un golpe la deuda externa en $ 30.000 millones por vía del megacanje y el blindaje) son parte principal de los equipos de Macri.

Es importante subrayarlo, porque la hábil publicidad que Durán Barba diseñó para Macri ha ocultado de este, tanto los hechos de corrupción como su programa político, para convertir al candidato y sus adláteres en una versión actual de Heidi y la familia Ingalls, dedicados a un discurso según el cual nos aman a todos, incluso hasta a los pobres, discurso que logra presentar a su política como no política, recogiendo así el sentido común según el cual “la política es mala”. Quien ha ganado la elección es Scioli: su programa está basado en realidades de los últimos años, y está lejos del desastre político al cual los amigos de Macri llevaron al país en 2001. Pero sin dudas que la conjunción de antipolítica y presión mediática colaboran para apuntalar al macrismo, cuya habilidad para disimular sus verdaderas políticas no puede ser minusvalorada; una verdadera operación de maquillaje y prestidigitación simbólica, que hasta ahora le ha otorgado buenos frutos. (O)

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