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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

La crítica poselectoral

10 de marzo de 2014

Ya pasada la efervescencia electoral, entre la victoria y la derrota, entre confrontar los sinnúmeros de análisis, seudoanálisis y los resultados electorales, entre las alegrías y las penas, ahora ha surgido un montón de recomendaciones, sugerencias y opiniones que pasan por esa recurrencia de decir que ya todo se anticipaba, todo se sabía, casi todos sabían cómo se tenían que hacer las cosas, cómo se tenían que tomar las decisiones, cuáles eran los procedimientos, etc. Lo que no se entiende es que, cuando las cosas se van haciendo, no hay receta predefinida rígidamente; que los procesos que aspiran a transformar una sociedad se enfrentan a los estereotipos sociales, culturales, políticos y electorales.

Es sintomático que voces que se denominan críticas al régimen, es decir, que apoyan en general el proyecto político de la Revolución Ciudadana pero que discrepan en temas puntuales, en los procedimientos, en los modos y formas o que aspiran simplemente a que las estrategias deben ser de lo más puras de la izquierda, ideológicamente hablando, ahora sean tan certeros en sus análisis poselectorales cuando ya los resultados están dados, es decir, que aún se cae en el juego mediático del análisis; aquel impuesto por los medios opositores bajo la apariencia de la denominada opinión pública pura. Surgen preguntas: ¿Cuál es el límite efectivo de la crítica, de la praxis discursiva? ¿Se reduce a decir lo que la mayoría ya sabe o debe involucrarse directamente en el proyecto político y desde adentro disputar todo lo que se está haciendo? ¿Es posible una crítica solvente sin comprometerse orgánicamente a disputar todos los lugares del poder? Para unos sí, ya que la distancia de las disputas les permitiría tener el relajamiento, la calma para la reflexión, pero hemos visto que esa crítica pasiva más cargada de palabras que de acciones, termina reflejando la vieja visión de un intelectual puro que se define por sí mismo y no por la lucha social. ¿Acaso la crítica no exige acción consciente y consecuente con los principios ético-políticos y que asuma las ganancias como las pérdidas o es legítimo una crítica desde la lejanía que se beneficia del mejoramiento de la sociedad, pero no se compromete con nada o solo con su propio bienestar? ¿A quién sirve ese crítico con su crítica?

La crítica acaso no demanda posicionamiento ideológico permanente; ese que no es dogma, sino confrontación histórica. ¿Cuál es, entonces, la función de un intelectual progresista en un proceso de transformación social? ¿Debe ser un militante orgánico o refugiarse en su lugar seguro y desde ahí lanzar sus ráfagas interpretativas? Por eso las tensiones entre lo técnico y lo político no se reducen a las políticas públicas, sino a todo el campo político. Ahora veamos a los críticos que dicen cómo debe organizarse Alianza PAIS, haciendo organización de base. No basta celebrar la caída o el ascenso de dirigentes, candidatos o funcionarios, sino meterse en la lucha ideológica de la organización.

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