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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

La construcción del socialismo del siglo XXI

05 de mayo de 2014

La Revolución Ciudadana, con todos sus altibajos, es el proceso social más avanzado que ha vivido el Ecuador desde el retorno a la democracia y quizás más allá. Un proceso de grandes esfuerzos por detener y revertir mucho de la herencia neoliberal que hizo de la sociedad y del Estado un escarnio colectivo para contener cualquier posibilidad de revolución social. Sin embargo, se fue configurando un poder ciudadano que puso un alto a un modelo de organización social caduco y que ha exigido una reconstitución del tejido social. Nada ha sido perfecto en estos años, pero lo que sí es claro es que el pueblo ecuatoriano ha avalado que el camino que se va construyendo es el correcto: el camino al socialismo. La oposición trasnochada aún piensa en el siglo XIX y un continuismo antihistórico; una copia ideológica perfecta; aún sueñan con el retorno de la Unión Soviética estalinista, de la cual, incluso, fueron sus beneficiarios, pero poco supieron devolver a la matriz ideológica y, por el contrario, usufructúan agradablemente del monstruo capitalista al que tanto atacan, pero gozan de sus manjares. El siglo XXI, el siglo de la concentración red tecnocientífica, de la oligarquía imperial, de los Estados corporativos hiperdesarrollados, de la movilidad incontrolada del capital financiero y sus empresas, exige un socialismo avanzado, un socialismo que incorpore, se apropie de la socialización forzada, mecánica, que el capitalismo debe hacer de sí mismo, para no implosionar en sus estructuras de reproducción económica y política. El socialismo del siglo XXI disputa el control del Estado, no para estatizar la sociedad; esa es la vía fácil en lo inmediato, pero a mediano plazo es su propio colapso. La toma de control del Estado es la posibilidad de ampliar el mundo público para la acción colectiva. El individuo, esa invención de la modernidad y eje de la reproducción del capitalismo, tiene sus propios límites vitales. La acción colectiva, el colectivo es vital para su supervivencia; por eso, a una sociedad eminentemente de individuos le importa poco el bien común. El neoliberalismo es ese culto a un individuo fragmentado que cree que todo lo puede por sí mismo; casi un héroe solitario, pero sin historia. La posibilidad de individuos libres no pasa por la opulencia, el exceso y la falsa libertad del escogimiento; cuando es el mercado el que pone las fronteras de las capacidades. El socialismo del siglo XXI es la capacidad hacedora de apropiación colectiva de los factores de producción y de socialización; la apropiación generadora de las redes colectivas. Se reapropia de lo que el capitalismo nos ha expropiado. No es una receta, ni todo está dicho. Hay una demanda de pensar colectivamente pero con urgencia y pragmatismo.

El socialismo del siglo XXI es una praxis liberadora de disputas permanentes a ciertas clases, castas, estamentos, que se entrecruzan en sociedad, atascados en las asimetrías de un consumo inhumano.

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