Ecuador, 15 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Guaguas de pan

29 de octubre de 2015

Aún no se ha iniciado noviembre y ya está Quito regodeándose de su colada morada con guaguas de pan, esa comida mortuoria que es un homenaje a nuestra identidad mestiza. Por acá y por allá se ofrecen catorce o quince variedades de la misma vianda, en lo que me parece una culminación feliz de nuestra cultura mestiza, antes tan denostada, ocultada o vergonzante y ahora orgulloso signo de identidad ecuatoriana.

Detrás de esta comida hay una compleja simbología andina, en la que confluyen elementos indígenas y castellanos. De vieja raíz indoamericana es la colada morada, antes llamada mazamorra morada y elaborada originalmente con dos elementos de la ritualística mortuoria indígena: el maíz negro, cultivado expresamente para el efecto, y el ‘mortiño’, esa pequeña baya silvestre de América a la que los estadounidenses llaman ‘blueberry’.

Ahora el color y el gusto de esta colada han variado por causa de los nuevos elementos incorporados por la culinaria mestiza, con lo cual el sabor dulce y el color morado oscuro han cedido paso a un color rojo vinotinto y un encantador sabor entre dulce y ácido, dado por la presencia de las moras y los picadillos de fresas y piña.

Pero el plato no estaría completo sin la presencia de las guaguas de pan, que por su nombre parecerían representar niños, pero que en realidad simbolizan a los muertos. Hechas con trigo, el cereal traído por los conquistadores, antiguamente eran elaboradas con el uso de un molde de barro, pero ahora son hechas a mano y adornadas con masas de colores.

El creciente aprecio de esta comida ritual muestra dos fenómenos convergentes: el afianzamiento de nuestro sentido de pertenencia y el desarrollo de la culinaria ecuatoriana, que se ha lanzado de lleno al rescate y recreación de nuestras viejas viandas y a la creación de nuevos platos.

Detrás de ello asoman los rasgos de nuestro ser mestizo y nuestra cultura, construidos sobre una matriz indoamericana y completados con los variados aportes de sucesivos mestizajes: el europeo, el negro, el árabe y el chino, entre los más visibles. Son rasgos de identidad que nos particularizan como pueblo y nos diferencian de otros pueblos y culturas.

Y volviendo al tema de los rituales mortuorios, ahí radica una de las más visibles diferencias entre las culturas que nos son próximas. Para el español del Medioevo, la muerte era un suceso terrible y tremebundo, que exigía una silenciosa y dolorosa solemnidad. Véase, como ejemplo, el cuadro de El Greco titulado ‘El entierro del Conde de Orgaz’: caras largas y tristes, ánimo solemne.

Por lo contrario, los pueblos americanos veían y ven la muerte como un suceso cotidiano, casi familiar e incluso festivo. Para nuestros pueblos indígenas, sus muertos están vivos de algún modo, por lo que no es raro que, al menos una vez al año, coman con ellos una vianda ritual y les platiquen de los asuntos familiares.

En México incluso van más allá: montan a los muertos un altar con sus imágenes y recuerdos, al mismo tiempo que arman una fiesta de muertos, con música de mariachis y baile, en el propio cementerio. (O)

Contenido externo patrocinado