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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Frente al etnicismo radical

27 de agosto de 2015

Oponerse al etnicismo radical o pachamamismo no equivale a estar contra los pueblos indígenas, sino buscar un sistema de convivencia democrática entre la mayoritaria nación ecuatoriana y las minorías étnicas que conviven con ella dentro del Ecuador.

Tampoco significa desentenderse de la situación de marginalidad, pobreza y exclusión social a la que los pueblos indígenas, negros y mestizos han sido llevados por los gobiernos de la república oligárquica. Y menos aún olvidarse de sus particularidades culturales, que merecen especial atención. Al contrario, se trata de continuar y redoblar el esfuerzo de superación de esas lacras sociales causadas por la explotación, la ignorancia y la pobreza, mediante una política de atención preferencial y discriminación positiva a favor de estos pueblos.  

Pero esto debe hacerse en el único marco político admisible para tal situación: una democracia participativa, donde estos colectivos humanos puedan vivir y actuar con dignidad, y construir sus propias rutas de superación y progreso.

Por lo mismo, no es dable que los indígenas formen un partido político como Pachakutik, actúen abiertamente en la vida política y jueguen a la democracia, por un lado, pero que paralelamente busquen imponer su agenda política por medio de la violencia y el irrespeto a las instituciones públicas.

Tal como está planteado el conflicto entre la Conaie y el Estado es un asunto de nunca acabar. Porque para esa mentalidad etnicista siempre habrá un pretexto para declararse en rebeldía, cortar las vías, lancear a los policías armados solo de escudos, secuestrar a los militares que tienen orden de no disparar y quieran imponer el terror en las zonas campesinas.

Esto debe terminar. No puede ser que el “derecho de resistencia contra acciones u omisiones de la autoridad”, fijado en la Constitución, sea tergiversado como derecho a agredir a las mayorías nacionales, y que se pretenda imponerle al país, por la violencia, el Proyecto de Constitución que la Conaie elaboró en 2007 y que no fuera aprobado en Montecristi.

La politóloga brasileña Manuela Picq, que pareciera ser la ideóloga del asunto, ha afirmado que se trata de reinventar el Estado, para que los pueblos indígenas ejerzan su libre determinación, manejen soberanamente sus territorios y recursos y cogobiernen el país. Lo cual equivale, ni más ni menos, a desarmar el Estado nacional ecuatoriano y crear una especie de Yugoeslavia de los Andes, expuesta a una disolución igual de sangrienta.

De ahí que toda esta faramalla del paro nacional indígena contra Correa no sea más que un paso en ese proyecto de desarmar al Ecuador en varias piezas étnicas, para rearmar con ellas un Estado Plurinacional a su gusto. Lo ha dicho la mismísima Manuela Picq: “Este es un tema que va mucho más allá de Correa”.

Parafraseando a Borges en su cuento ‘Emma Zunz’, podemos decir que verdadero era el tono de la protesta, verdadero el odio de los alzados, verdaderos también los ultrajes sufridos en otros tiempos por los indios; solo eran falsas las circunstancias y la hora de la protesta y uno o dos personajes, como Pérez Guartambel, mestizo disfrazado de indígena, y Manuela Picq, agitadora política mimetizada de periodista. (O)

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