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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Fidel ante la historia

06 de agosto de 2016

Al finalizar su alegato tras el asalto -aparentemente fracasado- al Cuartel Moncada, el abogado Fidel Castro concluyó su defensa con una célebre frase: “… La historia me absolverá…”. Más de seis décadas han transcurrido desde entonces y en ellas, no solo Cuba sino también el mundo cambiaron. En la isla triunfó la Revolución y a pesar de avatares, como el derrumbe del mundo socialista, el proceso cubano continúa, venciendo a múltiples adversarios, entre ellos al más fuerte país de la tierra. El país ha soportado con entereza y estoicismo, agresiones armadas, guerras mediáticas sin precedentes y un bloqueo económico que ha impedido el desarrollo pleno de sus posibilidades.

Muchos se preguntan cómo ha sido posible la resistencia ante tan fuertes adversidades. Una de las claves está en los principios que inspiraron a los forjadores de la Revolución: las enseñanzas de vida y obra del héroe nacional José Martí, a los que se sumaron los ideales de quienes -a partir de Marx y Engels- se propusieron dar un cambio radical a la estructura socioeconómica vigente. La otra está, indudablemente, en la calidad humana de sus dirigentes, cuyos nombres ha recogido la historia.

A la cabeza está Fidel. La historia de América Latina, e incluso mundial, no sería la misma sin la participación que le cupo tener, al mando de una revolución auténtica e inédita. Le ha correspondido protagonizar hechos singulares, trascendentes no solo para Cuba sino para el mundo, tales como el de los misiles soviéticos y la presencia heroica de miles de isleños en la liberación de África. Los más grandes líderes de esas gestas han contado con su respaldo y reconocido el apoyo del  cubano, para el cual no han escatimado elogios: Mandela, Arafat, Allende, pontífices de la Iglesia católica y de la ortodoxa, Lázaro Cárdenas, Hugo Chávez y un número impresionante de dirigentes latinoamericanos, caribeños, africanos, asiáticos y europeos, que con sus presencias han dado cuenta de la grandeza del líder isleño.

Recientemente en Cuba se han llevado a cabo conversaciones para lograr la paz en Colombia, en tácito reconocimiento de que ese Estado ofrecía el mejor escenario para las duras negociaciones que, al parecer, conducirán -por fin- al cese de la violencia en ese país.  Escoger ese territorio y garantía no es casual: a esta altura, todos los gobiernos, incluso los que le son más adversos ideológicamente, reconocen la probidad que caracteriza al Gobierno en sus relaciones con el mundo.

Alejado de la dirección desde hace unos años, Fidel ha sido y es el conductor de una sociedad esforzada, con logros mundiales en salud, educación, deportes y cultura. Ha inundado el mundo con sus médicos y maestros, muchos de los cuales han dejado la vida en el servicio a los más pobres de la Tierra. Bajo su sombra y la de sus compañeros, Cuba ha obtenido el respeto y cariño de gran parte del mundo, Ecuador incluido.

Hace mucho que la historia dio su veredicto sobre Fidel: su nombre está inscrito en ella, junto a los de grandes hombres y mujeres que, a través del tiempo, marcaron nuevos rumbos a la humanidad. (O)

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