Ecuador, 16 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Fenómeno natural y desastre social (1)

24 de septiembre de 2015

Desde la más lejana antigüedad, los grandes fenómenos naturales impactaron con fuerza en la conciencia de los seres humanos, quienes, enfrentados a fuerzas que desconocían y fenómenos que no estaban al alcance de su comprensión, optaron por atribuirles orígenes mágicos o por considerar a esos fenómenos como expresiones de ira de las divinidades.

A partir de la época moderna, se instituyó el concepto de ‘desastres naturales’ para identificar a esos fenómenos de la naturaleza que afectan gravemente a la vida social y que, en la mayoría de ocasiones, nos resultan incontrolables, aunque muchos de ellos eran y son causados precisamente por las acciones humanas sobre el medio ambiente.

Ello nos pone ante el dilema de comprender que esos sucesos, que consideramos desastres para los seres humanos, son en verdad fenómenos normales en el escenario geográfico en el que discurre la vida humana.

Erupciones, terremotos, aludes o deslizamientos de tierras, taponamientos de ríos, diluvios, inundaciones, sequías, incendios o huracanes son, pues, fenómenos normales en el funcionamiento de nuestro planeta, aunque sus efectos sobre la vida social suelen ser catastróficos, pues destruyen obras construidas por el esfuerzo humano y afectan gravemente a la vida, a la salud y a la economía de los pobladores de una región determinada.

Precisamente por ello, los desastres naturales han sido considerados sucesos trascendentales de la historia humana. La humanidad toda, desde la lejana antigüedad, ha registrado los sucesos más destacados de este tipo mediante la mitología, las referencias en libros sagrados o las crónicas. El mito de la destrucción de la Atlántida y la desaparición de la civilización minoica, sepultada bajo las aguas del mar Egeo, o el mito bíblico del Diluvio Universal, son dos de esos antiguos registros de la memoria humana sobre grandes desastres, atribuidos en su tiempo a la ira divina y hoy interpretados como fenómenos de origen natural.

Lo peor del llamado desastre natural es que, casi siempre, constituye también un desastre social, ya que conlleva la desorganización de las formas de vida colectiva, la ruina del escenario geográfico habitado por el hombre, la destrucción de la infraestructura levantada con gran esfuerzo por la sociedad y la ruina de los cultivos agrícolas y pecuarios. A lo que debe sumarse el despoblamiento temporal o definitivo de una región, sea por causa de la mortandad de gentes y animales o por las migraciones desesperadas que muchas veces siguen al fenómeno destructivo.

Precisamente por la trascendencia que estos fenómenos tienen en la mentalidad colectiva, cada país o nación ha guardado memoria de ellos como parte de un proceso de aproximación racional a la comprensión de los mismos, tanto en sus causas como en sus alcances y efectos.

Sin embargo, se trata más bien de crónicas aisladas, generalmente periodísticas, que se encuentran registradas en antiguos escritos o en medios de prensa, pero que no han generado una corriente de estudios historiográficos que organice y profundice el análisis de tales sucesos. (O)

Contenido externo patrocinado