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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Febres-Cordero, gran elector

11 de septiembre de 2014

Como quiera que la derecha conservadora y neoliberal, reencauchada bajo distintos ropajes, ha iniciado su carrera hacia las elecciones de 2017, es importante traer a la memoria de los amnésicos electores ecuatorianos la obra y las hazañas de León Febres-Cordero, cuya resurrección se inició en días pasados con la erección del monumento en su honor, allá en ese gran negocio oligárquico llamado Malecón 2000. Y es que a falta de líderes con alcance nacional, dirían sus seguidores, bien vale recurrir al cementerio.

Desde luego el inicio de la campaña, según comentario de no pocos febrescorderistas, resultó frustrante, pues lejos de presentar al hombre fuerte, duro, malhablado (“Yo no me ahuevo, carajo”), la escultura lo muestra con la cabeza semigacha, en gesto tristón, que más bien recuerda al “Llorón de Taura”, como le motejaran los irrespetuosos a raíz del secuestro del mandatario ocurrido en la Base Aérea de Taura el l9 de enero de 1987, por acción de unos cuantos paracaidistas que así le exigieron poner en libertad al general Frank Vargas Pazzos. Un final deplorable de sus bravuconadas, que le llevó a exclamar ante sus captores y periodistas entrometidos: “¿Qué más quieren que firme?”.

Uno de los mitos febrescorderistas que levanta esa derecha reencauchada es la del ‘guayaquileñismo’ de su héroe, que entre otras funciones destacadas cumplió dos papeles destacadísimos contra Guayaquil: gerenciar durante varios años la Empresa Eléctrica del Ecuador, que no era otra cosa que una máscara más del monopolio norteamericano Electric Bond and Share, que esquilmó despiadadamente a los usuarios pobres, pero daba energía gratuita a los grandes medios privados. Y gerenciar las compañías de Luis Noboa Naranjo de tal modo que evadieran impuestos y aplicaran el dumping a otros productores bananeros de Guayaquil, regalando la fruta en mercados internacionales a fin de quebrarlos.

Otro de los mitos febrescorderistas se refiere a sus dotes de gran impulsor de la economía nacional, cuando no hubo una sola obra de envergadura emprendida por su gobierno, y más bien lo que hizo es consolidar el monopolio de la sal a través de empresas como Crisal y Ecuasal, a la vez que enriquecer a los intermediarios del petróleo, para lo cual ubicó junto a su despacho una oficina de negocios petroleros manejada por su hermano Nicolás.    

¿Febres-Cordero patriota? Bastan unos cuantos datos para mostrarnos la verdad. Así, la revista Vistazo, N° 516 del 17 de febrero de 1989, trajo el dato de que su secretario privado, y además su  yerno, Miguel Orellana Arenas, estaba acusado de abuso con fondos públicos, al haber recibido 150 mil dólares en efectivo por orden de la Junta Monetaria, que los compartió con Ran Gazit, terrorista israelí, especializado en la formación de escuadrones de la muerte. A propósito, Ricardo Noboa Bejarano, exministro de Industrias de Febres-Cordero, cuando se distanció de él, dio a conocer al país que el líder socialcristiano tenía una guardia privada preparada en Israel.

Su papel en la conspiración contra el presidente Jaime Roldós Aguilera está por completarse todavía, pero basta señalar que el dictador panameño y agente de la CIA Manuel Antonio Noriega se confabuló con Febres-Cordero para el famoso paquetazo de drogas, puesto en el carro de Abdalá Bucaram, lo cual arrastró al líder del Partido Roldosista a una inmunda cárcel de Panamá, repleta de avezados criminales.

Y Noriega, poco antes, estuvo directamente involucrado en el asesinato del presidente ecuatoriano, conforme las revelaciones del periodista norteamericano Seymour Hersh.

En fin, con Febres-Cordero hay para rato, aunque algunos ingenuos de las filas oficiales creen que no es bueno despertar a su fantasma, porque se corre el riesgo de perder votos en Guayaquil.

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