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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

"Excesivo gasto público" y sociedad civil

02 de mayo de 2016

El terremoto deja una lección clara: superar las formas de caridad y beneficencia. Somos testigos de que gente de buena voluntad salió a ayudar, pero la voluntad duró poco. Un ejemplo: en la avenida de Los Shyris, grupos de jóvenes aparecieron motivando a la gente a dejar sus ayudas, la gente de manera espontánea, parece, pasaban dejando sus donaciones; un par de días después apareció la Policía Metropolitana, al mismo tiempo que las pancartas del Municipio de Quito. Lo espontáneo, al siguiente lunes desapareció. Ha quedado la sospecha. Si bien se han hecho donaciones, parece, que se tenía seguridad de que el Estado no podría reaccionar adecuadamente, pero lo hizo.

De pronto la campaña contra el Estado se hizo virulenta. Han tratado de posicionar eso del “excesivo gasto público” como la respuesta milagrosa a su falta de solidaridad. Si la caridad y beneficencia les ha durado poco; ahora, resulta, que las inversiones en infraestructura, las inversiones sociales son el objetivo a atacar. ¿Qué sería de este país si hubiese seguido con un modelo neoliberal? Simple, la tragedia sería innombrable. Sin todas las inversiones y gastos sociales realizados. ¿Ecuador hubiese podido atender rápidamente a las víctimas? No, sin duda alguna. Los años de inversión, gasto social han puesto al país en otro nivel estructural para soportar tremenda tragedia. En este caso la naturaleza, no la política, ni los políticos demostró que lo hecho en el país es una realidad positiva. También demostró que eso de las autonomías a la carta es un fracaso; que los GAD, durante todos estos años de recibir recursos no los invirtieron adecuadamente. Ni qué decir de la ineficiencia administrativa, financiera; la falta de reacción inmediata; incluyendo a sus propios gremios. ¿Para qué sirven entonces? El otro cuento que se quiere imponer es el de la “sociedad civil” versus el Estado.

Lo usan para publicitar sus candidaturas, con un descaro sin límites. Su mediocridad política los ha llevado a querer politizar la desgracia; y eso es una infamia sin nombre. La sociedad civil, contiene una semántica muy compleja. Las dictaduras sangrientas invocaron ese concepto para atacar a los gobiernos de izquierda e invocar la intervención de los militares “por el bien de la patria”. El modelo de democracia que buscaban era la del silencio y al servicio del libre mercado. Ser sociedad civil era ser libre y emprendedor; y su rival siempre era el Estado. Por eso los neoliberales nunca creyeron en la democracia social, sino en una democracia representativa a imagen y semejanza de la administración de sus empresas. Nunca confiaron en la democracia participativa. La sociedad civil les servía de formalidad para ‘legitimar’ su sociedad política particular y sus intereses económico-financieros.

La experiencia histórica nos enseña que todos somos esa sociedad civil y nos desenvolvemos en la esfera de lo público: lo que es común a todos. ¿Si las mayorías deciden un modelo de sociedad, donde el Estado debe ser su expresión, entonces porque la sociedad civil sería su negación? No queremos caridad, ni beneficencia. No queremos que se privaticen nuestros derechos, ni se privatice lo público que no es lo mismo que el Estado. Ahí están con nombre y apellido, afanosos por hacer fideicomisos con plata ajena, con plata pública, con plata del público, con plata de los ciudadanos que han aportado generosamente. Oportunistas a tiempo completo que siguen comiendo del “excesivo gasto público”. Que no les importa la tragedia ni sus víctimas, sino capitalizar, sacar votos de los muertos, heridos y de los escombros. Develan su miseria humana. (I)

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