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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

Estremecen las confesiones de los traidores

07 de noviembre de 2015 - 00:00

Estremece y repugna el comportamiento perverso del dirigente político que con habilidad oculta sus defectos y finge de izquierdista, simplemente para aprovecharse de supuestos compañeros, tras conseguir posiciones cómodas, los abandona en busca del poder relevante y riqueza.

Cada día asoman otros rufianes; ayer se lucieron en el régimen del Buen Vivir, lograron prebendas, se adhirieron y juraron lealtad a los principios de la noble causa del socialismo siglo XXI; hoy, convertidos en traidores, se ubican en la oposición, con la ambición de ser tomados en cuenta por la derecha reaccionaria como serios candidatos en la contienda electoral de 2017.

Es evidente que ahora transitamos en terreno peligroso, donde pisan los falsarios disfrazados de redentores, que llegado el momento crucial se quitan la careta y, con descaro, proclaman su arribismo, en otro ámbito. La traición es un delito moral que se incurre quebrantando compromisos y principios que deben cumplirse y guardarlos para siempre; es degeneración humana como secuela de una paupérrima formación en valores.

Por allí vaga un político frustrado que se ufana de karateca para presumir por la no violencia, mientras, paradójicamente, se arrima a los sediciosos y a la derecha reaccionaria. En su desempeño como jerarca de la Asamblea Nacional, fingió disciplina y el respeto a los demás, promoviendo su futuro ingreso a la oposición.

Hoy para justificar el espacio regalado por una revista política, fustiga al gobierno de Rafael Correa, pero, con ello, utilizando sus propias palabras se confiesa: En el inicio de este régimen puse mi brújula de acción hacia la izquierda, ahora marcho en dirección contraria.

El ambicioso y la traición se complementan en muchos casos, en el transcurso de la historia, para convertir al hombre o a la mujer en el ser humano más despreciable. Un ambicioso se aprovecha del cargo en el IESS y el Ministerio de Industrias para formar una agrupación política, inicialmente en apoyo al régimen del Buen Vivir, pero luego estira su pequeña estatura con la intención desmedida de llegar a Carondelet.

La realidad demuestra que la ambición incide en la traición y al paso recordamos que el traidor no tiene espacio en la sociedad; todos lo repudian, pero lo aprovechan, transitoriamente, y al final termina con el estigma del desprecio ciudadano y cruelmente abandonado, hasta de su propia familia.

No perdamos tiempo, ha llegado la hora de terminar con los impostores de la política, y entre otras de las acciones consta intensificar los cursos de Alianza PAIS para los jóvenes, en su formación ideológica y en valores. El hombre leal, firme en sus convicciones y listo a practicar la solidaridad, resplandece en la historia patria.

Psicólogos diseñan el perfil del traidor en el ámbito político: calumnia, finge de generoso y sabio, engaña, abandona principios, revela ambición de poder, riqueza y fama; odia a supuestos rivales; es ingrato, no agradece favores recibidos, se cree superior, autosuficiente y se dedica a fortalecer el ego pisoteando a los demás. (O)

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