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El Telégrafo
Melania Mora Witt

España en su laberinto

14 de mayo de 2016

En una suerte de ‘segunda vuelta’, en junio se realizarán elecciones que permitan lo que no fue posible en las anteriores: formar un gobierno. Dadas las características del sistema electoral español, el nuevo gobernante es designado por las Cortes -el Parlamento-, debiendo reunir un número de votos, igual a la mitad más uno de los integrantes del cónclave. El Rey, de acuerdo a la Constitución vigente, convoca al jefe de partido con mayor número de escaños conseguidos, para que sea electo con votos afirmativos mayoritarios. En dos fechas se puede cumplir el proceso. En la primera se debe obtener el número establecido y en la segunda, una mayoría simple como resultado de pareceres a favor, en número superior a los negativos o, con la abstención de los opositores, también por debajo de los favorables.

El resultado de las anteriores elecciones colocó en primer lugar al Partido Popular, dirigido por el actual jefe de Gobierno, Mariano Rajoy. Una segunda posición fue alcanzada por el Partido Socialista. Siguieron, en su orden, Podemos y Ciudadanos, a más de otras agrupaciones con menor representatividad. Desde el inicio se plantearon dos posiciones: la liderada por Iglesias de Podemos, que planteó una alianza de izquierdas con el Partido Socialista, Izquierda Unida y otras agrupaciones locales de la tendencia, que hubieran permitido alcanzar el número de escaños requerido. La otra propugnó la agrupación de derechas con Ciudadanos, a la que invitaron a sumarse al PS de Pedro Sánchez.

¿Qué impidió a unos y otros lograr el objetivo buscado? El PP se enfrentó a una negativa rotunda del PS, que llegó a niveles personales cuando Sánchez –en un debate- señaló a Rajoy como ‘no decente’, siendo enfático en su negativa a dialogar en aras de una posible unidad liderada por el PP. Pesaron indudablemente los repetidos casos de corrupción, de los que fueron acusados altos funcionarios del Gobierno y del PP, algunos de los cuales están ya juzgados y encarcelados.

La opción de una alianza de izquierdas fue bloqueada desde diversos ángulos. Los llamados ‘barones’ del PS, entre los cuales figura el expresidente de gobierno Felipe González, representan a un sector cada vez más derechizado, cómodo en el statu quo de la alternancia PS-PP. Su oposición cerrada a un acuerdo con Podemos llevó a Pedro Sánchez a firmar un pacto con Ciudadanos, que agrupa a la derecha modernizada. Ello cerró toda posibilidad de formación de un gobierno de cambio.

Podemos aportó lo suyo a esta imposibilidad de entendimiento. Posiblemente se trate de una actitud ingenua o de arrogancia infantil, al posicionar desde el comienzo un reparto de dignidades con el PS, al tiempo que en declaraciones públicas se trataba a Sánchez en términos no halagüeños, dando armas a la reacción liderada por González en ese Partido, que finalmente impuso su criterio, en sentido opuesto a cualquier entendimiento entre fuerzas de izquierda. Podemos se ha reforzado con casi un millón de votos, por su alianza con Izquierda Unida. Es difícil un vaticinio sobre los próximos comicios. (O)

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