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El Telégrafo
Fander Falconí

Ese suelo inexplorado y mojado

23 de septiembre de 2015

En el fondo, no conocemos el fondo del mar. Hace más de medio siglo, un librito francés que despertó la curiosidad de millones de lectores, Le matin des magiciens (El retorno de los brujos), afirmaba: “Nada impedía al siglo XIX, dado el estado de su técnica, construir el batiscafo del profesor Piccard”. Para entonces varias embarcaciones sumergibles ya habían tocado el suelo de las profundidades oceánicas; hoy, a principios del siglo XXI, apenas hemos arañado esa superficie mayor que todos los continentes. No obstante, ya hemos explorado la Luna, el planeta Marte y otras galaxias.

Este año, la revista estadounidense Geology Magazine (Dutkiewicz, Müller,  O’Callaghan y Jonasson, ‘Censo de sedimentos del suelo marino en los océanos del mundo’, Geological Society of America, Boulder, Colorado) argumenta que es esencial conocer los patrones de distribución de sedimentos en el fondo del océano.

¿Por qué, aparte de la curiosidad científica? Las razones son de peso, tanto como para hundirnos si no las conocemos. Solo el conocimiento de tales patrones nos permitirá entender los ciclos ‘biogeoquímicos’ (neologismo que une los conceptos bioquímico y geoquímico) y permitirá también entender cómo los depósitos del fondo del mar reaccionan a los cambios ambientales en la superficie de los océanos.

Esta es una información vital para monitorizar uno de los mayores desafíos de la humanidad de hoy: el acelerado cambio climático provocado por los altos niveles de consumo de energía y materiales de los países ricos, y del resto del mundo, con China a la cabeza. El calentamiento global de las superficies marinas repercute allá abajo y esa información podría darnos alertas tempranas del fenómeno atmosférico. Pero hay más: conocer el fondo del mar nos enriquecerá… literalmente. Existen insospechables riquezas en esos suelos.

El artículo contiene el primer mapa digital de la litología (estudio de las rocas) del fondo marino, según descripciones de varios miles de muestras obtenidas por exploradores en las últimas décadas, pero también por la observación satelital. La distribución de sedimentos resulta más complicada de lo que pensaban antes los geólogos. Los sedimentos finos de origen biológico (que contienen principalmente carbonato de calcio y silicón) en el fondo del mar están vinculados a parámetros de la superficie marina, en particular a la temperatura superficial. Conocer estos procesos permitirá predecir no solo el cambio climático, sino su impacto en el ambiente oceánico.

En cuanto a las riquezas, el fondo del mar tiene minerales en abundancia (incluyendo cobalto, cobre, níquel y titanio, entre muchos otros). Esta es una espada de doble filo, por cierto. Hay que preservar esa riqueza, primero, para evitar un impacto ambiental aún desconocido; segundo, porque su explotación masiva por parte de los países ricos abriría una brecha más de desigualdad para la humanidad. En un futuro próximo, reconociendo los derechos y los deberes colectivos mundiales, se podría pensar en sacar pequeños trozos de esas rocas, para abonar los suelos cada vez más desgastados de la superficie terrestre. (O)

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