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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Enmiendas y leguleyadas

06 de noviembre de 2014

Las enmiendas aprobadas por la Corte Constitucional han producido el efecto de una mordedura de víbora en la derecha ecuatoriana y en el cargado tren de oportunistas y vivarachos trepados desde ya en sus vagones.

La razón es simple: aquella ve en las enmiendas su posible naufragio en las elecciones presidenciales de 2017, en la medida que el paso de la Corte favorecería la reelección presidencial, motivo suficiente para engullirse vivos a los miembros de la dichosa Corte. Por de pronto, se ha iniciado una tempestad de leguleyadas que, lejos de aclarar el panorama, lo envuelven en denso humo.

En lo que toca a Alianza PAIS, el problema se ubica más allá de lo jurídico, en el plano meramente político. Y eso es lo más grave.

Sin ser profetas, lo dijimos en esta columna periodística enseguida de las derrotas electorales sufridas por PAIS el 23 de febrero último, cuando ciertas figuras o figurines lanzaron las consignas de la reelección presidencial. Argumentamos entonces que esta consigna arrojaría a la nación a una batahola electoral de cuatro años, de la que saldría mal parada Alianza PAIS, dada la previsible campaña sobre las supuestas intenciones de eternizarse en el poder por parte de Rafael Correa.

Dijimos, a la vez, que lo procedente era asimilar los reveses del 23 de febrero con real sentido autocrítico, establecer y sancionar responsabilidades, rectificar a fondo el sectarismo y demás causas de aquellos malos resultados, combatir drásticamente la corrupción, reducir la burocracia de alto copete e impulsar con energía las justas y amplias promesas de la Revolución Ciudadana.

Estos planteamientos no se pronunciaron al azar, fueron recogidos en diversos ambientes, incluidos sectores críticos o desilusionados del movimiento político en cuestión. Ocho meses después, el baile sigue siendo el mismo, aunque la música ha variado en algunas notas. Incluso se han incrementado las quejas sobre la corrupción que emerge en diversas entidades oficiales o alcaldías, mientras al interior de Alianza PAIS la carnetización, lanzada en mayo como política fundamental, no ha logrado el impacto que se esperaba en los millones de simpatizantes.

¿No deberían los dirigentes de Alianza PAIS abrir en su seno, y aun fuera de él, un profundo debate sobre estos y otros lacerantes problemas? Así crecería la autoridad política y moral de la Revolución Ciudadana que, de otro modo, se vería envuelta en una maraña de enmiendas y leguleyadas.

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