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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Encíclica: sobre el cuidado de la casa común

22 de junio de 2015 - 00:00

El papa Francisco en su Encíclica hace una lectura crítica de las condiciones actuales del medio ambiente y su deterioro. Identifica en las estructuras actuales de la economía y la política imperante, las causas de la degradación ecológica del mundo. El análisis parte de reconocer los hechos de la destrucción, de la contaminación, de la sobreexplotación de los recursos, la excesiva riqueza y la brutal inequidad que reina en el mundo. Señala con fuerza al comportamiento inaceptable de acumular, producir, intercambiar, consumir sin límites; y a cierto tipo de empresas que se enriquecen a costa de la voracidad inaceptable de los consumidores.

La degradación del planeta es tan evidente que llega a decir: “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”. Sí, de porquería. La producción excesiva, innecesaria, ha hecho del intercambio la forma precarizadora de las economías subdesarrolladas a beneficio de las desarrolladas. Es este sistema imperante que ha construido una “cultura del descarte”, en la que no solo las mercancías son descartables, sino, hasta seres humanos, sobre todo los más pobres.

Esta es una condición inaceptable en un mundo que ha desarrollado conocimientos científicos impresionantes, mientras miles de millones de seres humanos aún no cubren sus necesidades más básicas: los bienes y servicios fundamentales. Exige una reflexión integral, crítica, en la que la realidad sea superior —y lo es— a cualquier idea. Esto permite reconocer la gravedad de los problemas: “El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad. Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo”. Evidencia de esta manera la indiferencia de los países desarrollados y sus sistemas de empresas transnacionales: “Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando solo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático”.

Hay una hipocresía mundial respecto a los recursos, la concentración de la riqueza, la inequidad, la injusticia, que son la base de un sistema que permite una brutal explotación de los seres humanos como de la naturaleza. En estas condiciones hay urgencia de replantearse las razones y condiciones espirituales de los seres humanos. La necesidad de romper con un antropocentrismo como de un biocentrismo que lleva a posiciones extremas que no tienen sentido alguno cuando la realidad demuestra que ese tipo de perspectivas nos han llevado a las condiciones actuales y han servido de justificación del propio sistema al que dicen servir o criticar.

Un ejemplo certero de esta lógica perversa de la acumulación y de la falta de redistribución de la riqueza son las ciudades modernas con culturas posmodernas de vivir lo efímero, la banalidad y el quemeimportismo y, peor aún, creer que el crecimiento del mercado es la solución a los problemas. Sentencia con razón: “Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social”. ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver! (O)

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