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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

En un país ideal

04 de mayo de 2016

En un país ideal puede producirse un sismo de 7,8 grados en la escala de Richter en una zona costera. Y también puede suceder que en ese momento el Presidente del país ideal se encuentre en misiones en el exterior. En un país ideal también podría (debería) haber oposición y todos podrían ser expertos en redes sociales. Sin embargo, y fantaseando un poco, algunas cosas tal vez se darían de modos diferentes. Por ejemplo, en un país ideal los medios de comunicación masiva, es decir las emisoras de radio y los canales de televisión, tanto públicos como privados, tendrían un constante contacto con el Instituto Geofísico y de esa manera no sería tan difícil que la información requerida por la población saliera al aire lo más pronto posible para que la gente no se enterara de la gravedad del suceso por los mensajes instantáneos de sus parientes o amigos que viven en el exterior.

En un país ideal, hasta que llegue el Presidente, y mientras el Vicepresidente sale a dar (más pronto que tarde) las informaciones requeridas, toda la gente, incluidos los miembros de la oposición y los redactores de los medios digitales que forman parte de esa oposición comprenderían en seguida que no se trata de seguir poniendo el pie al régimen y en lugar de fijarse en cuanto error real o imaginario pudiera detectarse, se ocuparían de difundir información útil de primera mano: dónde ayudar, cómo hacerlo, las listas de víctimas, la información necesaria sobre daños y acciones urgentes. En un país ideal, la gente se volcaría a apoyar sin pensárselo ni siquiera media vez, pero sabiendo que no se trata de ayudar por ayudar, sino de que la ayuda sea efectiva, se canalice adecuadamente y recordando el viejo refrán español que reza “más ayuda quien no estorba”.

En un país ideal la gente no solamente se ocuparía de las víctimas humanas, sino también de los animalitos afectados en el sismo. Y en ese mismo país, los voluntarios sabrían que los selfies y la información sobre sus acciones pueden esperar, pues lo urgente es ayudar.  En un país ideal, por unos días, o quizás por unos meses, la gente dejaría de seguir los rumores y se dedicaría a comprobar cuán reales son las informaciones, aunque no sería necesario, porque en un país ideal, aunque se pertenezca a la oposición, la información sería siempre veraz y jamás primarían la mala intención, el odio o los sarcasmos baratos por encima de los argumentos y los razonamientos válidos.

En un país ideal se sabría, en medio de la emergencia, cuán importante es sacar la bandera blanca de la paz para que por un momento el ambiente tras la desgracia dejara de estar enrarecido y se pudiera aunar esfuerzos para salir adelante más allá del orgullo y la maledicencia. En un país ideal, el Presidente, tal vez en medio del estrés, se tomaría una pausita para respirar y meditar antes de contestar acremente el reclamo de algún ciudadano aterrorizado, pero si perdiera el tino, los ciudadanos de oposición podrían comprender que es un ser humano enfrentando los resultados de las fuerzas titánicas de la naturaleza.  En un país ideal habría gente que sabría que no es momento de pescar a río revuelto. Todos se darían cuenta de que las medidas tomadas tienen una razón de ser, y si tuvieran una idea mejor sabrían colaborar pasando de la crítica acerba a la propuesta válida, por encima de la soberbia y la mala leche.

En un país ideal primarían la solidaridad y la integridad. Se dejarían de momento las bromas y los chistes que solamente dividen para optar por un humor más sano y constructivo. Se podría comprender, aunque sea haciendo un sacrificio, que, en ciertas situaciones, si la palabra vale plata, el silencio vale oro. (O)

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