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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

El Trump

08 de enero de 2016 - 00:00

Estamos a menos de un mes de las primarias de Iowa, la primera parada hacia la nominación del candidato presidencial de EE.UU. Es un año de locura en una carrera compleja por su sistema y por su base electoral, y el difícil balance que el candidato idóneo debe mantener para lograr la presidencia. En las primarias del partido, los candidatos construyen su plataforma apuntando a las bases más atrincheradas de sus respectivos partidos: los ideólogos, los dogmáticos, los conservadores tradicionales y lo que llaman en el mundo anglosajón, liberales progresistas. Pero ese mismo candidato, electo para representar a su partido en las elecciones generales, debe ahora buscar el término medio que le permita recoger los votos de los independientes, menos partidistas e indecisos que, en última instancia, definirán la presidencia.

Hay candidatos que buscan ese balance desde el inicio. Hillary Clinton ya se ve en la Casa Blanca, y tiene buena razón para ello: es la candidata del stablishment, la voz de la razón entre los conservadores, la representación del progresismo moderado entre los liberales. Apegada al libreto. Ha vivido el juego toda su vida, y sabe cómo ganarlo. Su oponente más cercano en las primarias, Bernie Sanders, es un socialista democrático, que, a pesar de resonar con la población, no lo puede con los medios, los cuales lo consideran demasiado periférico para tomarlo en serio.

Los republicanos, por su parte, están completamente desquiciados. Cada uno se ha vuelto más extremo en sus posiciones, pensando en agarrar lo que puedan de una contienda que ha puesto a Donald Trump como el outsider que todos calificaban como el payaso de la carrera, aquel que se desinflaría con el tiempo, cuya aprobación se desplomaría con cada declaración, con cada comentario, con cada debate, pero que ha demostrado un oscuro entendimiento de la psiquis colectiva de una masa conservadora que ha vivido los últimos 15 años alimentada por el miedo de la guerra contra el terrorismo, así esta guerra lejana solo la entiendan televisada.

Trump presentó su primera propaganda de campaña. Un compendio de ese plan de gobierno que no es plan, sino posiciones desde las cuales quiere “volver a hacer a América grande”. Y el primer paso es, según él, “restringir la entrada de musulmanes a EE.UU.”. Simple. Elegante. Completamente xenofóbico y violento. Pero tranquilos, la medida duraría únicamente hasta “entender qué está sucediendo”. Para hacerlo, “cortarán la cabeza de ISIS”, que resulta un gran recurso literario, y también una gran declaración de guerra (más guerra). Pero también una declaración sin estrategia, sin nada. Y para endulzar el trato, “tomarán su petróleo”. El petróleo que no es de ISIS, sino de Irak y Siria, pero eso no importa. En realidad, nunca ha importado.

Pero nada como el final. Estados Unidos se ha convertido en un “tiradero de basura”, en un “país del Tercer Mundo”, como Trump describió la situación en la frontera, y él también tiene una solución para eso. Su gran solución a la migración ilegal: “una pared”. Una pared que detenga a todos esos mexicanos que están cruzando el borde para tomarse el trabajo de los americanos. No solo eso. La pared será pagada por México.  

Y si resulta increíble que alguien con esa retórica participe en una elección, lo preocupante es que encabece la campaña republicana. Ese es El Trump. Y eso debería asustarnos. (O)

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