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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

El temor a la política y la burocracia

03 de noviembre de 2014

Si un proceso de transformación social quiere alcanzar un punto de inflexión y de no retorno al viejo pasado neoliberal debe tener suma claridad, no solo de su ideario sino de que el mismo se materialice en las acciones cotidianas de las bases que lo apoyan, como también de las acciones concretas de los actores de las políticas públicas, es decir, que las mismas no solo deben ser sólidas a nivel de los mandos altos, sino -principalmente-a nivel de mandos medios.

Ha sido típico valorar que la burocracia y la tecnocracia deben permanecer por fuera del campo político creyendo así que existe una conducta independiente, políticamente hablando, del cuerpo institucional. Esas ideas típicas provienen de un idealismo institucional-estatal apoyado por los sectores privados más conservadores; los cuales en ciertos momentos han sabido utilizar a su favor políticamente al cuerpo burocrático.

Ha sido un juego de valorización y desprestigio dependiendo de los ciclos históricos. Pero no podemos olvidar que el cuerpo burocrático puede ser un gran obstáculo para el avance de las políticas que buscan los cambios estructurales. Cuando se refiere a los mandos medios, el temor a la política se manifiesta en la calidad de la toma de decisiones, en la capacidad efectiva de desarrollar los instrumentos y en la eficacia de la implementación de las políticas.

Muchos se escudan hablando en un lenguaje cifrado con lo que pretenden despolitizar o asumir que lo suyo es estrictamente ‘técnico’; que lo que hacen nada tiene que ver con lo político o con la política; a lo sumo indican que cumplen órdenes. Ese temor a la política es un gran fraude cometido a la sociedad.

No es posible un mundo de políticas públicas sin conexión dura con las estructuras sociales más cotidianas: ciudadanos, organizaciones, cooperativas, etc. Solo con esa conexión es posible un mundo político que responda a las mayorías y sin temor a la politización social, individual y colectiva. Mil veces se ha repetido que lo técnico está incompleto sin lo político, pero aún hay una amplia burocracia que no quiere aceptarlo; que quiere el perfil más bajo, casi el anonimato o el encubrimiento en sus conocimientos técnicos para no movilizarse en función del cumplimiento de un proyecto político que les guste o no ha sido votado por la mayoría de la sociedad.

En consecuencia: ¿qué se debería hacer para sacar del marasmo atávico de la repetición, del quemeimportismo, de la inmovilidad o peor de la insensibilidad social a cierta burocracia que obstruye, no se diga el proyecto político, sino los más simples procesos institucionales? Las respuestas son duras, pero la alternativa es el empoderamiento ciudadano de reclamar con fuerza cada incumplimiento que se da.

Además, disputar lo institucional desde el debate y la comunicación pública para volver a sensibilizar a esos sectores maltrechos aún víctimas de las farsas neoliberales de la obediencia sin reflexión, sin compromiso y del inmediatismo vacuo.

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