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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

El macrismo y la cortina judicial

04 de marzo de 2016 - 00:00

El relato oficial del macrismo, que imagina súbitas dicha y felicidad para todos los argentinos, se cae por todos lados. Pierde aliados (el sindicalista Hugo Moyano, el excandidato Massa), con base en que ellos están atentos a las mediciones del descontento social. La combinación de un pico inflacionario sin precedentes en muchos años, una devaluación que nunca termina, tarifazos monumentales, despidos a granel en lo público (a menudo por razones ideológicas) y también en lo privado, Milagro Sala como presa política reconocida internacionalmente (detenida sin juicio ni condena), ajuste en las empresas públicas (Aerolíneas Argentinas anuncia una drástica disminución de vuelos), eliminación de las retenciones estatales a exportaciones por grupos agrarios y empresas mineras, límites mal disimulados a los aumentos en las negociaciones salariales, forma un ‘coctel’ explosivo. No fue ajeno a esto el gesto de frialdad con que el papa Francisco recibió a Macri en el Vaticano, otorgándole escuetos 22 minutos, la mitad del tiempo que inmediatamente obtuvo el actual obispo de Quilmes.

Ante la situación, el Gobierno tiene solo dos recursos. Uno, pagar lo que sea a los ‘fondos buitre’, que son el remanente de la monumental negociación con que el gobierno de Néstor Kirchner refinanció y pagó con fuerte descuento gran parte de la deuda externa contraída por gobiernos previos. Con el ahora deseado pago a los ‘buitres’ llegarán créditos a la Argentina para salvarse del ahogo, si bien comenzando el ciclo perverso de tomar deuda para pagar otra anterior, y así sucesivamente y al infinito. El otro recurso es más simple: echar la culpa de todo lo que sucede al Gobierno anterior. Con el cerrojo mediático que cuenta el Gobierno -censura que no necesita operar como tal, pues basta contar con el apoyo de propietarios de medios y principales periodistas en una total y monocorde Sinfonía del Uno-, se puede disimular los propios males y decir que se está ‘sincerando’ con las desastrosas medidas actuales, supuestas herencias de la administración anterior. La cual mantenía algunas tensiones económicas, pero dejó un país con escasa deuda, buenas reservas y altos niveles de consumo, como rara vez ha ocurrido en un traspaso de mando.

En el referido recurso macrista de ocultación, colabora un amplio equipo de jueces y fiscales antikirchneristas. Según el periodista Morales Solá -absoluto adversario del anterior Gobierno- durante la presidencia de Cristina Fernández se reunían para conspirar contra las autoridades del Ejecutivo. Ahora continúan el mismo cometido, ya con el kirchnerismo en el llano. Han comenzado varias causas cuanto menos curiosas contra la expresidenta, todas provenientes de jueces férreamente alineados en antagonismo con ella. Y ahora se busca reavivar el caso de Nisman, el fiscal que apareció muerto y que el antikichnerismo necesita que haya sido asesinado, para echar de ello la culpa al Gobierno anterior. Necesitan también presentarlo como sujeto intachable. Poco les importa el desprestigio de Nisman, que llevaba mujeres a Cancún con dineros públicos, tenía cuentas secretas y propiedas no declaradas en el extranjero. Igual quieren declararlo héroe nacional y hasta inventan que su muerte -probablemente por suicidio- fue un ‘magnicidio’ (¿?)

Para ello, la derecha argentina apela ahora a las declaraciones de Stiuso, personaje que vivió en los entretelones de los servicios de inteligencia durante 30 años. Cuesta creerle algo a Stiuso, pero cuando el stablishment argentino quiere, convierte en héroes a personalidades singulares. Ya fueron sus oficiantes de la verdad el parricida y probable ladrón de dineros públicos Shoklender -tomado por bueno con tal de que hablara mal de las Madres de Plaza de Mayo-, y el traficante condenado por homicidio Martín Lanatta, para arruinar la campaña del candidato kirchnerista Aníbal Fernández. Cuando les convino, por supuesto, Lanatta volvió a ser considerado un asesino; fue este año, al fugarse de la cárcel. Igual, nunca los medios asociaron la mala figura de su fuga, a la buena inventada para propagar sus declaraciones. Ahora y para atacar a la expresidenta, Stiuso es el nuevo (y momentáneo) dueño de la palabra plena para la derecha argentina. (O)



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