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El Telégrafo
Fander Falconí

El granero más explotado del mundo

20 de abril de 2016 - 00:00

En Ecuador, siempre escuchábamos el ejemplo de cómo exportábamos un quintal de cacao y eso nos permitía importar una cajita de costosos chocolates. Hoy, como ejemplo típico, los cultivadores de cacao fino de aroma ya no exportan cacao, sino chocolates. Pero al mirar el amplio panorama de la región en el rubro de alimentos, la situación no ha cambiado tanto.

Antes de ver en forma objetiva, con ojos del Sur, lo que sucede en la realidad, observemos lo que  aprecia el capitalismo internacional de nuestra condición de granero del mundo. Un reciente artículo del Banco Mundial, cuyo discutible lema es ‘Trabajando por un mundo libre de pobreza’, nos da las cifras del continente alimentador del mundo.

Este momento la población mundial sobrepasa los 7.000 millones. Para 2050, seremos más de 9.000 millones. La producción agrícola deberá aumentar en un 50%, precisamente en los momentos en los que el cambio climático más nos esté afectando. América Latina y el Caribe han aumentado sus exportaciones agrícolas desde 1995, al punto de que hoy representan el 13% del comercio agrícola mundial (del 8% hace 20 años). Además, la región tiene un cuarto de las tierras arables aún no usadas en el mundo y las mayores reservas de agua del planeta.

Tres son  los mayores importadores de alimentos latinoamericanos y caribeños: China, Estados Unidos y la Unión Europea. Pero el Banco Mundial se lamenta de que la región no liberalice sus exportaciones, quitando todo impuesto y control. En lo que sí acierta el estudio es al decir que falta mejorar la infraestructura agrícola. Pero olvida cuestiones de peso.

América Latina alimenta al mundo, desde hace años, pero recibe poco a cambio. Aparte de sus contribuciones históricas a la alimentación mundial (maíz, papa, cacao, entre otros productos), sus enormes exportaciones de alimentos, como pasa con toda materia prima, se paga mal. Para compensar esos precios bajos, nuestros países compiten entre sí para vender más volúmenes de productos agrícolas cada vez. Y los precios siguen bajando.

Se trata de una nueva aproximación a la realidad: el intercambio calóricamente desigual (ICD). Esta categoría ha sido desarrollada por Jesús Ramos, Pedro Cango, y el autor de esta nota (ver artículo ‘Intercambio calóricamente desigual en América Latina y el Caribe’, publicado por Flacso-Andes). El intercambio desigual de precios se resume en que cada vez exportamos más alimentos para comprar el mismo bien tecnológico.

El ICD es, en cambio, una comparación de las calorías exportadas en nuestros alimentos contra las calorías importadas. Cifras proporcionadas por la FAO de la ONU demuestran que estamos vendiendo barato alimentos de muchas calorías y de alto valor nutritivo, mientras compramos alimentos que se podrían producir localmente y otros que son de poco valor nutritivo. Exportamos calorías buenas y baratas e importamos calorías mediocres y caras. Como ejemplo, para gastar más en importar trigo, dejamos de consumir frutas para exportarlas y así tener divisas. Tal como ocurre en precios, el saldo también es negativo en calorías. Vendemos alimentos sanos y compramos grasas. El ICD no solo deteriora la economía, sino que acaba con la autosuficiencia alimentaria. (O)

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