Sin duda los ideales de cambio y transformación planteados para la sociedad ecuatoriana desde 2007 se han venido cumpliendo progresivamente. Ecuador ha entrado en una compleja y profunda transición política, económica, social, pero sobre todo ideológica, al rechazar el neoliberalismo. A medida que el Estado se ha reinstitucionalizado y a la vez se ha convertido no en fin sino en medio para la reducción de la pobreza, la redistribución de la riqueza, la lucha contra la inequidad, etc., hemos visto que los primeros referentes ideológicos planteados, como volver a tener patria, la recuperación de la soberanía, entre otros, de pronto parecerían flaquear ante los logros del mismo proyecto político.
Y eso que puede sonar como una contradicción no lo es porque la misma dinámica de recuperación y valoración de la política para los ciudadanos ha hecho que esos principios e ideales ideológicos se hayan plasmado en exitosos programas sociales, económicos, que han hecho que la pobreza -ese problema estructural- vaya reduciéndose a medida que el ejercicio del poder del Gobierno se ha materializado en planificación adecuada y en materialización de un diferente modelo de desarrollo que busca transformaciones estructurales para dejar de ser una economía primario exportadora. El costo del éxito de las políticas públicas puede ser alto o bajo, dependiendo de la capacidad de innovación ideológica del proyecto político de la Revolución Ciudadana. Quiere decir que no solo pasa por la innovación política o comunicacional, sino por una actualización a profundidad de los marcos conceptuales, de valores y principios, sin dejar de lado los actuales, sino ponerlos al día en medida de que Ecuador ya no es el país de 2006.
Y esa actualización no puede ser directiva sino que debe provenir del diálogo con las organizaciones, con los militantes y la ciudadanía. Sin duda que es un momento crucial que va más allá de la recuperación del Estado para la sociedad o del bienestar alcanzado o del mejoramiento del consumo. Es crucial en medida de que el cambio de la matriz productiva debe tener un soporte ciudadano: un pacto social que deviene de un mayor grado de politización de la sociedad; de hacer más denso el tejido social organizativo. Y que del mismo provengan las nuevas luchas, los nuevos sentidos que aceleren los cambios estructurales, pero también que modifiquen los viejos valores morales.
A mayor organización política, mayor desarrollo ético de la sociedad; mayor disputa de sentido de la vida cotidiana. Por eso se hace urgente y necesario un giro ideológico: avanzar en la construcción de un Estado Plurinacional, pero de corte popular. Giro ideológico que implica combatir esa restauración conservadora, que bien puede estar asentada en cada uno de nosotros al querer conformarnos con mayor consumo y bienestar material, pero con poca militancia orgánica hacia el socialismo.