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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

El flautista de Hamelin

26 de junio de 2014

En este hermoso pueblo en el corazón de Alemania se cuenta esta fábula, que fue documentada por los Hermanos Grimm que narra la historia del ‘Cazador de ratas de Hamelin’ -por su título original en el idioma germano-, acerca de una tragedia acaecida en esa ciudad durante la fiesta de San Pedro y San Pablo el 26 de junio de 1284.

En ese año, el pueblo estaba infestado de ratas hasta que un desconocido ofreció sus servicios a los habitantes para librarlos de los asquerosos roedores a cambio de una recompensa. Aceptada la propuesta, el desconocido empezó a tocar su flauta y todas las ratas salieron de sus cubiles y agujeros y empezaron a correr hacia donde la música sonaba; una vez reunidas, el flautista se dirigió hacia el río Weser y las ratas que iban tras de él perecieron ahogadas.

Cumplida su misión, el hombre volvió al pueblo a cobrar su recompensa, pero los aldeanos se negaron a pagarle; este se enfadó mucho y regresó en la fecha indicada en busca de venganza. Mientras los habitantes del pueblo estaban en la iglesia celebrando la fiesta religiosa, el hombre volvió a tocar su flauta con la extraña música, pero esta vez fueron 130 niños y niñas quienes le siguieron. Nunca más se les volvió a ver.

¿Qué tal si en el país tuviéramos un flautista similar al de Hamelin? Es muy posible que gustosos aceptaríamos sus servicios que nos libren de estos odiosos roedores que abundan en todas la ciudades, especialmente en la Costa. Y sí pagaríamos su recompensa.

Pero las ratas que realmente nos deben preocupar son las bípedas y de cuello blanco, que abundan también en nuestra vida cotidiana para amargarnos con sus raterías. Son de todo tipo, desde los pequeños ratoncitos que aceptan coimas; hasta los cacos y rateros de alto vuelo que se nutren del tesoro público. Aquí necesitamos no solamente un flautista, sino toda una orquesta, para que los saque de sus cloacas y nos limpie de la plaga de la corrupción.

En Ecuador, la víspera de la fiesta de San Pedro y San Pablo, en la mayoría de los pueblos del callejón interandino, se hace la quema de chamizas, bailes, bandas, juegos pirotécnicos, comparsas, platos tradicionales y la gente salta alegremente unas grandes fogatas; las celebraciones son muy parecidas en muchos lugares de la Costa, pero sin realizar la quemazón de chamiza.

Es una fiesta vinculada con los solsticios y en la actualidad se ha transformado en la organización de comparsas que representan a los dos gobiernos: uno de ‘negros’ y otro de ‘blancos’, quienes eligen presidentes, ministros y secretarios, vistiendo en forma muy seria, luciendo cintas y adornos y empiezan una serie de visitas y cortejos que terminan en cenas abundantes y bailes generalizados al compás de bandas musicales. Parece que nos sentimos más a gusto así.

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