El 24 de Mayo se cumplirán 34 años de la muerte del presidente Jaime Roldós Aguilera, su esposa Marta Bucaram Ortiz, el ministro de Defensa Marco Aurelio Subía, la esposa del Ministro y 5 ecuatorianos más, entre pilotos y miembros de la tripulación. El avión fue despedazado en el aire y así cayó, envuelto en llamas.
Desde el primer momento, las autoridades militares y el nuevo presidente de la República, Osvaldo Hurtado Larrea, acogieron y difundieron la novelesca versión de que todo fue un accidente por falla humana, debido al cual el avión se estrelló contra una roca. Como esta versión fue frágil y estuvo plagada de contradicciones y falsedades, ahora la Fiscalía General adelanta una nueva investigación, pues las efectuadas en años anteriores por el prostituido Congreso Nacional jamás concluyeron en nada, mientras manos hábiles y ocultas hacían desaparecer piezas fundamentales, a la vez que menudeaban las renuncias de técnicos, funcionarios y parlamentarios fuertemente asustados por amenazas provenientes de las sombras. Desde entonces, la figura del joven mandatario ronda como un fantasma exigiendo la verdad y la necesaria justicia.
A partir de esa trágica fecha, se han sucedido en Carondelet 11 gobiernos, entre constitucionales, seudoconstitucionales y golpistas, sin que ninguno se haya empeñado en esclarecer aquel enorme suceso, pese a las múltiples y sostenidas versiones de magnicidio, en las que están envueltos dirigentes políticos, altos jefes militares y, claro está, la CIA y sus diversas conexiones criminales, entre las cuales se destaca la Operación Cóndor, que contabilizó 100 mil víctimas entre 1975 y 1989, sumando asesinatos y desaparecidos en varios países latinoamericanos.
En estos 34 años de impunidad, muchos de los principales actores, cómplices y encubridores del magnicidio han muerto o se han esfumado, dificultándose así el esclarecimiento definitivo y la consiguiente sanción de los culpables. Aún más, en el camino fueron quedando nuevos cadáveres de aviadores, soldados y campesinos, en cuyas muertes nadie hizo o quiso hacer luz hasta hoy, condenando a Jaime Roldós a deambular como sombra entre oscuros pasillos oficiales y judiciales.
Ahora surgen nuevos elementos. Según documentos desclasificados en Estados Unidos y recuperados por nuestra Fiscalía, Ecuador entró a formar parte del Plan Cóndor en enero de 1978, es decir pocos meses antes del triunfo y posesión presidencial de Roldós, siendo acogido como Cóndor 7 por esa banda de grandes asesinos que fueron las comandancias de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia en aquella época, cuando se concertaron para liquidar líderes y militantes revolucionarios del continente, período que encaja perfectamente en el cual Roldós ejerció su breve mandato, habiendo sido condenado por su política a favor de los derechos humanos y en contra de las dictaduras propiciadas entonces directamente por la CIA y el Comando del Pacífico Sur, establecido en Panamá por los yanquis y al que se subordinaban las comandancias nacionales de la época.
Esto, amén del papel que jugaba de modo notorio y adjunto el Estado de Israel mediante asesorías, venta de armas e involucramiento del Mosad, la CIA de Israel. Si los gobiernos anteriores fueron incapaces, cómplices o timoratos en este drama, hay luces de esperanza de que esta vez se impondrá la verdad. Esto por respeto a las generaciones pasadas y, de modo especial a la juventud de hoy, cuyas espaldas no deben cargar el peso de estos crímenes cometidos en tiempos de repugnante cobardía. (I)