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El Telégrafo
Alfredo Vera

El drama del odio en la política

17 de mayo de 2016

Es dramático lo que sucede en ciertos medios de comunicación, que se caracterizan por intentar envenenar el espíritu de quienes intervienen en la vida cotidiana, para impulsar el desarrollo de una nación y tratar de darles algo de orientación seria a los que necesitan un espacio de esperanza, para conseguir la plena conquista de sus capacidades.

La revelación de la transferencia de dineros a los paraísos fiscales de inmensas fortunas obtenidas en forma probablemente ilícitas por la decisión de no pagar impuestos y no participar con esos recursos en el desarrollo de la sociedad a la que le niegan el derecho a obtener una vida digna, con los servicios indispensables, una educación eficiente que permita la producción de fuentes de riqueza y de provecho para toda la colectividad.

Se debe implementar centros educativos como los que construye el Gobierno sin resquemor a su costo, puesto que los beneficios que le brindarán a la sociedad del futuro serán superiores a los que se hubieran obtenido guardando el dinero en sus propias arcas.

No extraña que este proceso de deterioro de la expectativa popular por un cambio social sea parte de una cadena que tiene marca registrada que es la del imperio, ansioso de dividir a los pueblos para seguir gobernando con el poder del dinero: nunca dejará de tener vigencia el adagio popular: “Por la plata baila el perro; por el oro, perro y perra”. Así es como domina el gobierno universal a todos los pueblos del mundo, maldición gitana de la que no se liberan, en el tiempo y en la distancia, ninguna sociedad que habita la Tierra.

El interés por llegar al poder de las oligarquías es para enriquecerse más y acumular fortunas descomunales sin importarles el daño que producen a las naciones en la que ellos gobiernan, sin perdón y sin tregua, otorgando a los desposeídos el carácter de parias sin nada para alimentar el espíritu afectado por la desesperanza.

Lo triste es que no hay castigo que permita enmendar esa conducta: a iguales tragedias, iguales realidades, es la insignia de la sociedad contemporánea afectada por las mismas características en las que juegan papel protagónico los oligarcas, los dueños de los medios de comunicación, los magnates de la Tierra.

Les alienta la posibilidad de encontrar algún miembro del Gobierno involucrado en los ‘Papeles de Panamá’, realidad que la comparte el propio jefe de Estado, que tuvo la valentía de cortar las uñas de su hermano, actitud que quizás sea única en el mundo contemporáneo, demostrando que pertenece a una estirpe diferente.

Ojalá que alguna vez el castigo sea igual para todos los delincuentes, aquellos que lo hacen por hambre, por falta de educación, por seguir malos ejemplos o por los adquiridos en el llamado bajo mundo, a diferencia de los obsesionados por la sed de dinero, que nadan en la opulencia por herencias ancestrales, con muy pocas, poquísimas, excepciones que llegan a esos niveles por méritos propios.

El día que caiga de verdad un pez gordo habrá que celebrarlo por la inauguración de la justicia. Mientras tanto, dejen a los pobres que disfruten de un pequeño espacio, minúsculo, de dignidad y de optimismo. (O)

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