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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Economía sin política y los intereses corporativos

08 de febrero de 2016

El discurso neoliberal no cesa de posicionar la necesidad de que la sociedad se despolitice; que la ciudadanía deje de pensar en términos de la política, en términos de los valores éticos. Sus representantes ya lo dicen públicamente, que eso de las posiciones políticas no tiene sentido y que es necesario que todo el país se una; claro, se una a la lógica de las privatizaciones, del fin de los subsidios, despidos en el sector público, en el sector privado; hacer a la carta leyes que den ‘seguridad jurídica’ a sus socios y les garanticen ganancias sin importar si eso afecta a los derechos de los ciudadanos.

Sin tapujos dicen que la economía no tiene que ser vista desde la política. Entonces, ¿desde dónde deber ser vista? ¿Será desde la hiperideologización de vender un modelo de economía social del mercado que llevó a la crisis social de los ochenta y noventa del siglo pasado? ¿O peor de un libre mercado que solo existió y existe en la mente alucinada de quienes promueven que el mercado debe controlar y ordenar a la sociedad? Para ellos el capital y el mercado están primeros, antes que las necesidades de las personas. Y que cuando se piensa en un país, en una nación, lo que ellos se imaginan es a la misma como una gran empresa, donde son los dueños y viven a costa del empobrecimiento de las mayorías. Nadie dice que lo que vivimos es perfecto; hay muchas cosas por mejorar y corregir, pero sin duda el Ecuador cambió para bien.

Los ideólogos del neoliberalismo, sus economistas y sus políticos, posicionan el libreto de los argumentos simples. Si en un principio posicionaban datos distorsionados, ahora los superan y dicen hablar por la gente, por los más necesitados, precisamente, aquellos a quienes nunca han conocido o han estado cerca. Hay quienes fueron autoridades en esas décadas y que ahora emergen como los iluminados; que actúan como bolita de cristal; le apuestan a la desgracia, a la quiebra del país.

Y junto a ellos se suman todos esos grupos corporativos que se dicen patrióticos, que representan ‘la historia patria’, etc., pero a la primera que tienen que cumplir con lo que manda la ley, saltan defendiendo exclusivamente sus intereses monetarios. ¡Qué vergüenza para el país! Prefieren que se viole la ley para cuidar ilegítimos recursos. Que pretenden vía declaraciones de prensa imponerse. Se ve que no han entendido que el Ecuador ya no vive la década de los noventa. Que los altos honores a los que hacen alusión quedan manchados por el mercantilismo monetario. Nada es coincidencia.

La mentalidad neoliberal que aún subsiste en ciertas élites, en ciertas clases sociales, en estamentos corporativos e incluso que se comportan como castas, niegan cualquier discurso de la solidaridad y de pensar en las mayorías. Están profundamente convencidos de que ahora hay que privatizar lo hecho por el Estado. Que no importan los ciudadanos sino los consumidores.

Son aquellos que repiten una vez más que no importa la política, que son ‘independientes’ y que el Ecuador de las mayorías debe ajustar sus cinturones, mientras ellos amplían sus derroches y otros se aseguran la vejez, el retiro ideal. Esa es la visión de patria que defienden; una a su imagen y semejanza: pobre y miserable. (O)

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