En nuestro ámbito se movilizan los audaces que se elogian a sí mismos con pretensiones de elevarse entre el adulo y la mentira por lograr posiciones relevantes. Se arriman a las empresas o instituciones, sin importarle sueldos irrisorios, pero con la esperanza de recibir recompensas adicionales por su despreciable servilismo.
En el sector periodístico, los medios de comunicación privados, inicialmente, funcionaron como servicio a la comunidad con la inspiración de sus fundadores, pero en el transcurso del tiempo sus herederos los convirtieron en atractivos negocios. Para ello ensayaron maniobras en el manejo de los sucesos y opinión pública y de ese modo facilitar su influencia en los regímenes de turno y asegurar la expansión de su actividad usufructuaria.
Los medios privados, cuando ya se consideraron poder, se involucraron directamente o aprovechando a intermediarios en la administración de los gobiernos de derecha, neoliberales y oligárquicos, en alianza con sectores bancarios, comerciales y mafias políticas. Con el ambicioso propósito de afianzar el negocio, los propietarios de esos medios fundan la llamada Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos (Aedep) con una veintena de miembros, repartidos en 4 o 5 empresas, como baluarte, para presionar cuando el caso lo exige. En otro nivel se crea como soporte la Asociación Interamericana de Prensa (SIP), supuestamente, para defender la libertad de expresión, cuando en el fondo su finalidad es proteger los intereses de los propietarios de los medios privados a nivel continental.
En nuestro medio prevalecen personas e instituciones, de aparente relevancia, que reciben elogios y halagos publicitarios y, en ciertos casos, con dedicatorias, se erigen monumentos en su honor por supuestos aportes en beneficio de la sociedad y la patria. Recientemente la SIP anunció y difundió la entrega del ‘Gran premio institucional’ a la Aedep, “por su permanente defensa de la libertad de prensa y expresión en Ecuador”. Las dos organizaciones, integradas por dueños de medios privados, se elogian y amparan entre ellos, en protección de sus negocios y privilegios que los sienten disminuidos por el despertar de los pueblos y el advenimiento de una prensa nueva, que clarifica el proceso comunicacional y proyecta un equilibrio en el diseño y formación de la opinión pública.
No cabe confusión, el periodismo ‘independiente’, en pleno proceso preelectoral, intensifica su apoyo a la oposición extraviada, a diferencia de la prensa nueva y pública, que es auténtica, difunde la verdad y orienta con visión de la realidad el gran cambio social que lidera Rafael Correa Delgado.
La prensa privada politizada no va a desaparecer, pero -eso sí- tiende a disminuir su influencia nociva. La SIP, la Aedep y sus gremios aliados seguirán promoviendo griterío, con el pretexto de defender la libertad de expresión, pero ahora sus empleados se comportan cautelosos por la vigente Ley de Comunicación en la que se destacan normas que garantizan la responsabilidad social y jurídica de los medios, sus representantes y periodistas. (O)